Nash el poderoso rey no pierde el tiempo en atacar, golpea el cielo con todo el poder del desatino desenfrenado de un amante despechado. Enloquece sin la razón de su existir.
Sabe perfectamente dónde se esconde el incubo, lo puede sentir en sus entrañas y lo quiere de vuelta a su lado donde pertenece.
Pasaba por una crisis de abstinencia, su desesperación se notaba en las ojeras o en su cabello rebelde, usaba una armadura dorada que combinaba con su pelo de oro y con un ejército de demonios enfurecido dio inicio a una sanguinaria guerra.Esta vez no pelea por ambición, por conquistar el mundo sino porque cree le robaron su preciado tesoro, podrían quitarle todo menos su pequeño demonio quien resultaba su adicción favorita.
Hubiera dolido menos que Akashi le arrancara el corazón con sus manos, a que le robara su criatura.
Extrañaba el incubo, sus sábanas rojas estaban vacías sin esa presencia fantasmal retorciéndose con ruidos indecentes y sudor.
No era amor.
Los demonios no aman.
Pero era algo parecido. Nash lo necesitaba, su cuerpo vibraba por su compañía y no era capaz de estar sin este ser divino por mucho tiempo.
Era adicto.
Era obsesivo.
Un loco.
Y posesivo a sus besos pecaminosos que despertaban las llamas del infierno.
El fuego comenzaba a destruir los jardines, las armas a colisionar; apesta a muerte, a desesperación y odio entre las peleas sangrientas de aquellos enemigos furiosos.
Fue cuando el rey se enfrentó al poderoso Seijuro, quien estaba acompañado del escuadrón más fiero, crujió los dientes enojado le gritó— ¡Vine por lo que me pertenece, mi incubo!
Kise le contestó evadiendo la pregunta con otra— ¿Cómo puede estar un demonio en cielo?
No era una mentira, era una pregunta retórica. Obviamente los demonios son rotundamente prohibidos en tierras sagradas ninguno podía entrar, dejar a Kuroko fue un riesgo que la Kiseki gustosa acepto y tratarían de esconderlo a costa de todo.
—Él está aquí, siento su corazón latir y su aliento caliente— dijo el desgraciado rubio.
Akashi añadió dándose cuenta no podían ocultar la presencia del pelicesleste— No vamos a entregarlo.
—Entonces todos perecerán ¿Prefieren morir a darme a mi amante? Si no olvidan es prohibido robar un esclavo sexual — Les preguntó con aquel poder fluyendo de su cuerpo esbelto.
—Quieres a Tetsu ¿Para qué? ¿Torturarlo? Porque eso fue lo que hiciste— dijo Aomine bravo, todos sabían lo que Nash le había hecho, lo cruel y asqueroso que era.
—No les debería importar lo que hago con mi propiedad — respondió de modo descarada como si tuviera el derecho de herirlo o disfrutar del dolor ajeno.
Realmente veía al pequeño como algo suyo, un juguete de su propiedad.
Akashi le contestó con voz autoritaria—A mi si me importa y no es tuyo. Tetsuya ha decidido quedarse conmigo, ya no te quiere más.
—Es porque no sabe lo que escondes— se burló
Kise resoplo— Él se quedará con nosotros.
Nash sonrió malévolo gritando— Te ordeno que aparezcas, incubo.
Como haciendo magia Kuroko apareció de la nada, no era capaz de moverse únicamente cayó al suelo de rodillas jadeando.
—Ven donde perteneces mi pequeño amante, tu amo legitimo aguarda por ti— le ordeno el hombre con un porte rudo, bastante seguro de la obediencia ajena.
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Incubó
RomanceKuroko es un demonio sexual que se alimenta del deseo de los humanos y demonios. Es sirviente del rey del infierno Nash Gold Jr, quien lo mantiene en sus aposentos reales como su amante. Kuroko sobrevive en el infierno hasta que la guerra explota y...