Capítulo 3 - Aullidos en la noche. CORREGIDO

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EPISODIO 3: Aullidos en la noche

Rosalie se encontraba junto a la fuente, sentada aun en el banco, pensando en el amo. Había algo en él que le resultaba extrañamente misterioso, y eso sólo hacía que ansiase seguir acercándose a él, saltarse las normas del castillo y descubrir los secretos que este entrañaba.

Un crujido a su derecha la hizo salir de sus pensamientos, volteó la cabeza y descubrió que tenía compañía, aunque ésta no parecía haberse dado cuenta aun de ella.

Se levantó con rapidez y corrió a esconderse detrás de los matorrales que crecían junto al árbol, a escasos pasos de ella, aterrada por ser descubierta.

El joven agarró su camisa, con la intención de quitarse los botones y bañarse en el agua helada de la fuente, pero desechó la idea tan pronto como un olor que no reconocía inundó sus fosas nasales.

Tomó varias bocanadas de aire, dejándose llevar por su olfato, llegando hasta el lugar dónde se escondía la muchacha.

- ¿Por qué estás aquí? - preguntó de mala gana - ¿ahora también me espías?

-

Rosalie salió de su escondite, al darse cuenta de que no tenía escapatoria, levantando el rostro para observarle, sin demasiados ánimos por hacerlo, pero al notar aquellos penetrantes ojos azules sobre los suyos, volvió a temerle.

- Yo... solo...- Trató de buscar las palabras adecuadas para disculparse, nuevamente. Realmente odiaba hacerlo, pero su curiosidad no dejaba de meterla en líos.

- Es tarde...- le interrumpió él - pronto anochecerá del todo – continuó, levantando la vista hacia el cielo, volviendo después la vista hacia la verja, hacia el bosque - deberías entrar en el castillo, solo ahí estarás a salvo – dio un par de pasos, emprendiendo su marcha hacia el fondo de aquel bello jardín, pero antes de haberse alejado del todo, la joven le detuvo.

- ¿A salvo de qué? – quiso saber, pero se arrepintió tan pronto como lanzó aquella pregunta.

- ¿Acaso la señora Depuá no te ha enseñado cuáles son las normas del castillo? – se quejaba, y no era para menos, ella era demasiado entrometida, y eso sólo traería problemas a sus tranquilas vidas – No hagas preguntas es la primera, no merodees por la torre es la segunda, Rosa ya te habló de ellas, ¿no es cierto? – la joven asintió, algo avergonzada – Debes recordar algunas más, de última hora – añadió – No salgas en mitad de la noche del castillo, oigas lo que oigas, tan sólo permanece en la habitación, es otra – Rosalie abrió la boca con sorpresa, ligeramente.

- Pero...- comenzó la joven intentando protestar ante aquella nueva norma, pero al amo comenzó a hablar de nuevo, antes de que ella pudiese decir nada más.

- Hoy promete ser una preciosa noche...- comentaba mientras miraba de nuevo al hermoso cielo, el cual había comenzado a oscurecer y podían verse unas pocas estrellas resplandecientes - ... Marte estará brillante esta noche, después de tanto tiempo...- proseguía el hombre, parecía encontrarse en un lugar muy alejado de los jardines, parecía estar recordando un hermoso recuerdo pues su mirada tenía un tono de alegría que se oscureció rápidamente, volviendo a mostrar la tristeza de siempre.

La muchacha no tuvo más remedio que obedecer. Subió las escaleras de la entrada, recorrió los largos y anchos pasillos del castillo hasta llegar a su habitación y se encerró en ella, para luego asearse y colocarse uno de los tantos pijamas que había en el ropero, que por supuesto, al igual que los vestidos, eran de su misma talla. Aquello era de lo más extraño.

Decidió no darle más importancia de la que tenía, pues estaba demasiado exhausta, casi como si hubiese recorrido una maratón, así que se metió en la cama y cerró los ojos. Pero, aquella noche no durmió nada bien, y cómo descubriría más tarde, sería una de tantas.

El Castillo Triste | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora