CAPÍTULO VEINTITRÉS

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   —¡Rosse! ¡Despierta! —gritó una voz familiar. Mi mente y mis sentidos se hallaban alerta. Quien quiera que me llamaba aún se encontraba a bastante distancia. Quizás cuatro o cinco metros. Si estaba en peligro, aún tenía una posibilidad de sorprender a mi atacante. Quise moverme, abrir los ojos, pero ningún músculo respondió. Sentía el cuerpo demasiado pesado.

Lo último que recordaba era que mi energía había sido absorbida por el portal. Sin poder evitarlo había comenzado a caminar y había terminado ingresando en la gran roca que conectaba con el sexto mundo. Al atravesar la enorme roca el interior se percibía como un túnel cubierto por agua. La energía lo impregnaba todo a mi alrededor, inclusive el aire que llenaba mis pulmones.

Recuerdo que el escaso control que tenía sobre la energía lo estaba utilizando para mantener el portal abierto, sin embargo no había conseguido hacerlo por mucho tiempo. Luego de entrar en la roca la energía comenzó a densificarse a los pocos segundos, siguiéndome hacia el otro lado. Apenas la entrada quedó sellada una especie de latigazo me envió hasta el final del túnel.

Todo en mi mente se había ido a negro hasta ahora.

—¡Vamos, Rosse! —volvió a gritar la voz familiar, pero esta vez exclamó desde más cerca, era una voz totalmente femenina—. Se te hará tarde para ir al instituto, amor.

—Sólo un minuto más —susurró una segunda voz. Mi voz, sólo que no era yo quién la controlaba. ¿Acaso estaba soñando?...

—¡Ni un segundo más, jovencita! ¡Basta! ¡Tienes que levantarte o llegarás tarde al instituto!

—¡¿Mamá?! —Abrí los ojos de golpe. Grace, mi madre, estaba con la mitad del cuerpo asomando a través de la puerta entreabierta de la habitación.

—¿Quien más voy a ser, cariño? —me peguntó mamá con expresión divertida—. Dudo que exista otra persona capaz de levantarte de la cama, hija.

Una silueta translucida se movió frente al escritorio que había bajo el espacio de la ventana.

Me froté los ojos con ambas manos, estaba en mi cuarto. No, una versión parecida a mi cuarto. Debía de estar soñando. Lo último que recordaba era que los camaleones habían invadido el coven. Todos habíamos corrido hasta el invernadero internándonos en el bosque de los talentos. Una falsa Ever intentó engañarme en el bosque, pero me transporté y comencé a reunir a los chicos de uno en uno hasta el agujero en donde estaban las piedras dimensionales.

—Las puertas —murmuré.

—¿Qué puertas, cariño? Aún debes de estar soñando —aseguró mamá—. ¡Vamos! ¡Levántate! O se te hará tarde para el instituto. Rosse, Jace pasará por ti en cualquier momento y ni siquiera estás vestida.

Jace... El beso...

Imágenes del chico más guapo del coven llenaron mi mente.

—Algo no anda bien —aseguré observando la habitación con desconfianza.

El cuarto era pequeño, había una cama de plaza y media y un velador. A los pies de la cama se veía un closet de dos puertas empotrado en la pared. La ventana quedaba casi paralela a la puerta y bajo ella había un pequeño escritorio con varias carpetas con bocetos encima. Y mi madre estaba allí, con la mitad del cuerpo asomando a través de la puerta. ¿Cómo podía ser eso posible?

—Levántate, Rosse —habló Grace en un tono más autoritario.

El pitar de un coche se escuchó frente a la casa. Mi madre hizo un gesto de "¡Ves lo que pasa cuándo no me haces caso!" y se alejó de la puerta murmurando algo.

COVEN 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora