CAPÍTULO DOS

122 7 0
                                    


   Algo me despertó. Ever no estaba en el cuarto así que debió de ser ella volviendo a su habitación en mitad de la noche. Uno de los dibujos en la pared estaba temblando como si aire del exterior entrara a través del muro. Extraño, no recordaba ninguna fisura en el muro, pero allí estaba. Una pequeña abertura del tamaño de mi mano, justo tras el último boceto, el de la ventana y los arcos de piedra que había dibujado durante la noche.

Al sacar la hoja con el boceto de la ventana de la pared logré distinguir un leve destello de luz proveniente del otro lado del muro. Miré y observé que algo obstruía el paso total de la luz, así que metí la mano e intenté sacar lo que fuese que hubiera en el medio.

Para mi sorpresa se trataba de una carta.

El sobre no decía para quién había sido escrito, estaba completamente en blanco.

A los segundos, una enorme grieta comenzó a extenderse por la pared de la habitación. La luz proveniente del exterior empezó a filtrarse por el camino que fue haciendo la fisura tras extenderse a través del muro. Cientos de esquirlas de yeso y pintura blanca cayeron al piso, y como si de un enorme espejo se tratara todo el espacio en el sueño se quebró.

El antiguo edificio de piedra se hallaba frente a mí.

Esperando... Esperando a que loencontrara.


   —Rosse, despierta —Carraspeó Ever sacándome del sueño—. Se nos hará tarde para la prueba.

Mi mejor amiga ya estaba vestida junto a la cama. El muro y los bocetos estaban intactos en la pared del fondo.

—No me vas a creer, pero...

—¿Otro de tus sueños? —preguntó Ever mientras terminaba de desenredarse el cabello.

—El mismo desde hace una semana —corregí —. Y... había una carta.

—¿Una carta? ¿Y qué decía?

—No lo sé, no la pude leer.

—Qué pena —Sonrió Ever burlona—. Quizás era de Jace —canturreó divertida.

Hice el ademán de arrojarle una almohada, pero la rubia pelos de paja ya estaba tras la puerta muriéndose de la risa.

—Voy por el desayuno, compañera. Te espero afuera en quince minutos.

—¡Hecho! —le grité, y di un salto para vestirme antes de que se me hiciera más tarde.

La maestra Malverde nos había dicho que debíamos vestirnos lo más sencillo posible. En el bosque no necesitaríamos ni herramientas ni ropa especial de montaña, tampoco debíamos llevar comida, puesto que el bosque no nos iba a dejar sentir hambre ni sed durante la prueba.

Tomé una sudadera tipo canguro color negro del closet, unos jeans verde musgo y zapatillas bajas. Luego de vestirme, cogí el cepillo que Ever había dejado sobre la cama y comencé a ordenar un poco mi cabello, lo que no tomó mucho tiempo, puesto que mi pelo negro es lo más dócil que existe. Un poco de presión en las puntas y estas se ondularon hacia dentro sin resistencia alguna. Perfecto.

Le puse algo de pasta al cepillo de dientes y me dirigí hacia los baños. El edificio de las chicas se ubicaba en el extremo norte de la academia. Era un edificio antiguo de dos pisos. Suerte que mi dormitorio estaba en la planta baja, a escasos metros de los baños y las duchas.

—Sólo conseguí unos pastelitos —Se quejó Ever en cuanto me vio salir del edificio.

—Puedes comerte el mío —Le alenté. La verdad, ahora que se acercaba el examen se me había quitado hasta el hambre.

COVEN 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora