CAPÍTULO DIECIOCHO

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   Desperté sintiéndome exhausta, como si no hubiese dormido nada en toda la noche. No hubo sueños ni pesadillas, sólo vacío y oscuridad. Me levanté agotada. Todo lo que quedaba por hacer era esperar a que Jace consiguiese información sobre la cura para el efecto del acónito.

—Luces fatal —habló Belén a mi espalda.

Me di la vuelta molesta. Lo que menos quería era que alguien me sacara de mis casillas.

—Pues... tú... te vez perfecta, como siempre —afirmé.

El rostro de Belén se contrajo en respuesta. Supongo que esperaba algún tipo de ataque. Pero de verdad estaba cansada y lo último que quería era desgastarme innecesariamente. Era como si toda la vida hubiese tenido energía en exceso y la única forma de liberarla era estando molesta y a la defensiva, y ahora ya no era necesario. Al tener mi talento despierto, todo en mí parecía estar equilibrado. Transportarme ocupaba gran parte de la energía que antes me sobraba y que utilizaba de la forma incorrecta.

—Gracias —correspondió Belén sonriendo—. ¿Vamos Juntas al aula?

—Me gustaría —mentí—, pero debo esperar a Ever.

—Claro, Faran —añadió Belén sopesando mis palabras, creo que no estaba acostumbrada a que no la siguieran como un perrito faldero—. Entonces te veo en clases —se despidió.

Estaba a punto de decir que sí, pero Belén pasó de mí y siguió caminando fuera del edificio donde dormíamos las chicas.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó Ever, sorprendida.

Yo sólo me encogí de hombros. Tampoco lo entendía del todo.

—¿Tienes hambre?

—Algo —añadí.

Aún teníamos tiempo antes de que comenzaran las clases así que nos dirigimos al casino para poder desayunar. Ever pidió un jugo y unas magdalenas. Yo opté por una caja de leche con chocolate y un brownie. Teníamos intención de sentarnos, pero la fila que había era larga, así que para cuando conseguimos nuestro desayuno no nos quedó otra alternativa que comer mientras nos dirigíamos al salón de clases.

Anteriormente a esta hora los lunes teníamos clase con la maestra Malverde, pero como ya todos habíamos conseguido nuestros talentos era probable que las cosas fuesen a cambiar de aquí en adelante. Los dos últimos meses en el coven siempre eran los más intensos. Que alguien terminase su instrucción sin ser capaz de controlar sus poderes era caminar directamente hacia la muerte. No podíamos olvidar que la guerra con los camaleones estaba a la vuelta de la esquina.

—Puede que nos dividan en grupos —comentó Siba. La morena parecía entusiasmada con la idea.

Todos la quedamos mirando esperando a que argumentara sobre lo que estaba diciendo.

—Escuché a la señorita Cora hablando de eso con el director Noland ayer por la tarde —informó Siba—. Lo que queda de semestre será para aprender a controlar nuestros poderes y lo haremos por equipos.

—Rosse, ¿estás bien? —preguntó Ever. La mención de poderes por parte de Siba removió algo. Ningún recuerdo se vino a mi cabeza, pero sí una sensación de desagrado, de saber que estaba olvidando algo.

—Estás temblando, Rosse —se alarmó Siba.

—Deben ser mis poderes —aseguré tomando el control de mi cuerpo—. Aún son algo inestables.

Ever y Siba asintieron no muy convencidas.

—Deberías hablar con alguien —recomendó la morena.

—¿Hablar de qué? Si es qué se puede saber —preguntó la maestra Malverde.

—Sobre si nos van a separar en grupos de estudio —hablé en dirección a la maestra, no quería hablar de lo que me estaba pasando, y menos con ella.

—¿Y cómo ha sabido eso, señorita Rocket?

Estaba a punto de agregar algo cuando la maestra me hizo guardar silencio con un movimiento de su mano. Un extraño hormigueo en la cabeza me hizo entender que Malverde estaba leyendo mi mente. Los iris de la profesora se llenaron de esa hipnótica escarcha grisácea que vi cuando ocurrió el incidente con las rejas; Siba se encogió en su asiento. Malverde la había descubierto.

—Efectivamente —aclaró Malverde con los ojos puestos en Siba—. Dentro de la mañana los profesores deliberaremos sobre quienes conformaran los grupos de entrenamiento. Cada profesor se hará cargo de un grupo. Así será hasta que termine el semestre.

—¿Bajo qué criterio? —Belén había levantado su mano.

—Bajo el nuestro —respondió Malverde—. Ahora, si me disculpan —continuó la maestra—. Iré al salón de profesores. Los grupos y sus horarios de entrenamiento estarán visibles en el corredor después del almuerzo. Tómense el resto de la mañana libre.       

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