UNO

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Contar esto es muy difícil para mí, porque significa recordar momentos demasiado crudos y dolorosos. Aun así, sé que es necesario. Tú, y todo el resto del equipo, insistieron mucho en que contara todo, sin obviar un solo detalle.

Así que empezaré por contarte como conocí a Mindy.

Ella y papá comenzaron a salir dos años antes de casarse. Me agrado desde el primer instante, porque era divertida y relajada, porque siempre estaba de mi parte y porque tenía una inteligencia muy superior a la convencional.

Si no me equivoco, todo esto se puso extraño a mediados de abril de 1961.

Ella había ido, como todos los viernes, a 《Donde Carlos》, un pub bastante decente. Para mí era costumbre ir a buscarla justo a las siete, pero esa tarde no la encontré en la salida (donde habitualmente me esperaba). Adentro, donde estaban el reto de los participantes del club social, tampoco había rastro de ella.

Quince minutos después, me preocupé. Desde que la conocía, siempre se había allegado a la puntualidad.

Salude por educación a Don Carlos, el tendero, y le pregunté por Mindy.

-Hace como una hora se fue al baño- me dijo-. Lorea* como esta, me tiene medio preocupao.

Luego de agradecer, me acerqué al baño de señoritas. La puerta estaba cerrada, pero podía oír a la perfección el llanto de Mindy.

—Sé que eres tú- hablé—. ¿Me dejas pasar?­

La puerta se abrió haciendo un chirrido.

Ella estaba allí, sentada en el suelo, con el vestido sucio y el pelo pegado a las mejillas a causa de las lágrimas. Tenía sangre chorreando por las piernas.

Recuerdo que me asusté tanto que ni siquiera atiné a preguntarle qué le pasaba.

—Tenía cuatro meses. Iba a ser una niña. Solo... no le digas a Toby, por favor—rogó mientras soltaba uno que otro gemido de dolor.

Entonces reaccioné. Le dije que saldría del baño para que pudiera lavarse toda esa sangre, y le pasé mi chaqueta para que se cubriera cuando estuviera lista.

—Gracias, Nacho. —Su voz era neutra ahora. Sin embargo, no me miró a los ojos.

Desde aquel día, su actitud relajada se esfumó.

Ya no más puertas sin llave, salidas al club o a la ípica *. Incluso cambió sus minifaldas a colores lisos por la ropa que solían ocupar las señoras mayores.

Cada vez la veía más desanimada con la perspectiva de la boda. No obstante, parecía esforzarse a diario en complacernos a mi padre y a mí.

Preparaba cada día mis comidas favoritas, consentía a mi padre con masajes y estaba todo el día yendo y viniendo para traernos todo lo que le pidiéramos.

Yo sabía que estaba triste. Cualquiera lo estaría, perder un hijo no es ni fácil ni llevadero.

Así que, una semana antes de la boda, le di el regalo más valioso que puede entregarse: el broche que usó mi madre cuando se casó.

¿Había acaso algo con mayor significado? Me quedo claro que no cuando vi lo conmovida que estaba.

*Lorea: término antiguo de uso coloquial que hace referencia amirara alguien o algo.

* Ípica: pasatiempo popularen la década de los 60.



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