CUATRO

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A pesar de que mi tío José Luis demostraba querer a mi padre como a un hermano, no parecía que Mindy le agradara.

Yo me cuestionaba esto porque, a mi parecer, ella era un encanto de muchacha, y resultaba casi imposible tenerle mala.

Recuerdo que a fines de 1962 me atreví a preguntárselo.

Había mucho escándalo en todos los hogares, pues en esos momentos se celebraba el Festival de la Canción de Viña del Mar, que había nacido hace un par de años y se volvió enormemente popular.

Pese al escándalo, mi tío me miró con calma, aspirando el humo de su Malboro*. Yo, en cambio, tenía mi cajetilla Hilton* (regalo de cumpleaños) completamente olvidada.

—Mira, Nacho, yo se que esa niña te conquistó con sus ojitos inocentes y sus palabras bonitas, pero eso no significa que sea una buena persona. Puede que no lo comprendas ahora, pero lo mejor que le podría pasar a tu papá es que esa joven estirara la pata*.

Lo miré horrorizado. Hasta donde yo sabía, Mindy tenía un carácter intachable y una reputación de buena leche*.

— ¿De qué hablas, tío? Si ella es siempre muy correcta.

El tiro el cigarro al suelo y lo aplastó con la planta de su zapato.

—Tu no lo notas, porque ella es avispada* y todo lo hace muy piola*. Pero tienes que dejar de ser tan confiado.

Me extendió su cajetilla, pero yo negué con la cabeza.

—No te he visto fumando ni una vez este año. Ya sabes que eso les encanta a las chicas, te hace ver interesante. A demás, los Hilton que te di tienen filtro, por lo que no son malos para ti.

–Los estoy guardando para algún momento especial— contesté.

La verdad es que no me importaba que aun hubiera gente que sostenía que el filtro era para chicas. Pero en la escuela técnica nos hacían mucho hincapié en que, con o sin filtro, el tabaco hacía pebre* nuestros pulmones.



*Hacer pebre: hacer mucho daño.

La de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora