SEIS

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Se la llevaron.
Claro que no fue culpa mía, estaba asustado, y no era mi obligación ser el héroe de la historia. Pero en ese momento no hacía más que recriminarme.
¿Qué podrían hacerle a alguien tan encantadora como ella? ¿La querrían para abusarla? ¿Para vender sus órganos? ¿Para aprovecharse de su talento y ganar dinero?
Estaba realmente afligido. Y sin la menor idea de cómo decirle a papá que ella había sido raptada.
Una de las señoras del club (que tendría alrededor de cincuenta años) me miró con pena, y se ofreció a acompañarme (junto con su marido) a explicarle a papá lo sucedido. Quise negarme, gritarle que quería estar solo, y llorar y lamentarme como cuando era chico y perdí a mamá por primera vez. Pero lejos de eso, solo asentí con la cabeza, siendo fuerte y fingiendo que podía con el dolor.
Cuatro años viviendo juntos. Seis compartiendo todos los días.
Me apoyo siempre. Me instruyó en la música, el arte y la literatura.
¿Y dónde estaba ahora? Imposible saberlo.
Me subí al auto a pesar de que la casa quedaba increíblemente cerca.
En el camino, mi mente no hiso más que pensar en lo destrozado que estaría papá.
Al llegar, me recibió con su pijama de franjas, su pelo todo chascón y esponjado y su habitual aroma a cigarro.
Notó de inmediato que Mindy no estaba con migo.
─ ¿Podemos pasar?¬¬¬¬¬¬─ preguntó la señora con voz de cordero─. Tenemos que hablar con usted.
Papá abrió la puerta y los invitó a sentarse. Yo permanecí de pie. Sentía que el aire comenzaba a faltarme.
─Vera, cuando estábamos en el club…─ titubeó. Parecía insegura sobre como continuar. Su marido le tomo la mano y me regaló una mirada triste─. Es Mindy. Unos pandilleros atacaron el pub y se la llevaron.

La de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora