DIEZ

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Sabía que no iba a ser tan fácil. No tenía más pruebas que las heridas en las manos de Mindy, su extrema delgadez y las cuerdas.

En efecto. El carabinero que me atendió no parecía creerme una sola palabra. Aun así, registró todo en una libreta.

Por ese entonces, ni pensaba en ponerme yo mismo a investigar. Con todo lo que estaba pasando, lo único que quería era quedarme en casa, con mi familia.

Ni siquiera tenía ánimo para escribir, y eso que yo solía crear cuentos hasta en las servilletas. Mucho después, descubrí que esos años en la escuela técnica me servirían para salvar mi vida.

El cabello de Mindy se tardó mucho en crecer, pero lo hiso más lindo que nunca. Aunque ahora era de un tono mucho más oscuro, se notaba lacio y brillante. Solía llevar cintillos sobre la chasquilla, pero pese a su moda juvenil, se veía mucho mayor que antes de la boda.

Recuerdo que cuando la falsa Mindy vivía con nosotros, nunca quiso hacerse los exámenes por su posible infertilidad. Pero Mindy directamente dijo que no quería tener hijos por ahora.

Esto causo la pelea más grande que yo haya presenciado entre ella y papá.

La verdad era que si no quedaba embarazada pronto, envejecerían sin haber tenido hijos juntos. Ya no era tan joven, y se notaba en su forma de caminar y moverse.

Por otro lado, yo sabía muy bien porque Mindy estaba tan resuelta.

Entonces, y por tratar de ayudarla, me animé a proponerles la idea de adoptar.

Pero ella rechazó la idea de inmediato.

Siguieron discutiendo, mientras yo me iba a mi pieza lleno de confusión. No sabía por qué no había siquiera considerado la alternativa que le ofrecí.

Claro que en ese entonces tampoco sabía muchas otras cosas. Que tras la firmeza de su decisión se encontraba algo tan extraño y ridículo como escalofriante.

La de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora