LA PIEDRA PERTENECÍA A SU PADRE.
Y AHORA LE HA DADO PODERES.
Cuando Andelin se muda junto a su madre para cuidar a su abuela al pequeño pueblo de Tybee Beach, comienzan a ocurrirle muchas cosas extrañas entorno a la piedra que su padre le dejó al mo...
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Abrí la puerta, y miré al chico de pie en el borde de la escalera del Porche. Traía una capucha sobre la cabeza, su cuerpo se movió hacia mí para ver que se trataba de Jeff. Sus ojos buscaron en los míos, aunque no supe con exactitud lo que buscaban.
Dio un paso, llevaba las manos dentro de los bolsillos de la sudadera.
Sentí un vuelco en el pecho de nostalgia, sentía que había pasado demasiado tiempo desde la última vez estuvimos juntos en la noche de la fiesta.
Lo examine más de la cuenta. Las marcas lilas debajo de los ojos hundidos, demacrado. Sus pecas sombreadas bajo el gorro, y entre las ojeras, le daba un aspecto compungido. Al igual que la facha que tenía, sus pantalones estaban rotos y sucios. Estaba lleno de barro de las rodillas hacia abajo, al igual que los zapatos deportivos que no tenían agujetas.
Se sacó el gorro al acercase a mí, en el umbral. El cabello rubio y rizado había sido rapado de su cabeza.
―Lamento venir así ―dijo con la voz famélica, como si una gran bola de flemas estuviera en la garganta.
― No pasa nada, pasa.
Empuje la puerta detrás de mí y él se adelantó dentro de la casa. Echo un vistazo a través de los muros, mirando los cuadrados y fotografías en ellos. Paso por la sala y se quedó de pie, aún con sus manos ocultas.
― ¿Estás bien? ―me atreví a preguntar.
―He perdido la esperanza estos últimos días. No es que te importe, quizás no, pero estoy solo en esa casa vacía.
―Jeff, no sé qué nos sucedió. No quería lastimarte si es lo que tú piensas, nunca fue mi plan y sé que tú lo sabes ―le dije. Cerré la puerta y me acerqué.
― Aun así, lo hiciste. ¿Qué más da? Solo vine porque... Pensé en ti el otro día, viniste a la casa buscando a Bridie, y no a mi ―Se sentó despacio sin dejar de verme con los ojos claros e inyectados en sangre por las orillas.
No me había dado cuenta de su hedor. Estaba más mal de lo que yo creía.
Había una cosa muy peculiar en su mirada, sus ojos movían de un lado a otro, eran fríos y hostiles. Una oscuridad me inundaba mientras los veía, sus labios resecos eran una línea delgada en la cara colorada.
―Los amigos no te abandonan...
― ¡Tú me dijiste que te dejara en paz! ―repuse intentando no alzar la voz.
―Tu hiciste caso tan fácil... Cuando me mirabas a escondidas en el patio de la escuela ―su voz se distorsionó como un eco en voz baja y se volvió extraña, como robótica.
― ¿Por qué te enamoraste de mí? Nunca hice nada para que lo hicieras ―le dije. No sabía por qué vino hasta acá solo a reclamar.
―Todo, la manera en me tratabas, no era un chico raro para ti. Pagaste mi deuda sin conocerme, sé que aún te lo debo ―su voz adquirió un tono diferente al de su voz, estaba loco, pero estaba escuchando dos voces en una―. Técnicamente, Bridie y yo dejamos de ser hermanos cuando mi padre murió y su estúpida Madre me abandono.