Capítulo 3

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Cuando me di cuenta, la piedra me quemaba el pecho como los mismas llamas del infierno, eso fue lo que me hizo despertar bruscamente

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Cuando me di cuenta, la piedra me quemaba el pecho como los mismas llamas del infierno, eso fue lo que me hizo despertar bruscamente. Abrí los ojos, tenía el cabello y la cara empapados de sudor y escurriéndome por la cara y la piel del cuerpo se me pegaba a la sabana. La piedra palpitaba sobre mi pecho y se iluminaba como la luz del sol, toda la habitación brillaba con esa luz amarilla y roja destellante.

La sujete con mis dedos torpes, pero me quemo tan fuerte que tuve que gritar.

Salte de la cama aún con el resto del sueño presente en mí, entonces, un rayo brotó desde la piedra, apuntando hacia la puerta de la habitación. No entendía lo que estaba sucediendo, ni siquiera si se trataba de algún sueño lucido, de esos que solía tener, pero no se sentía como un sueño. Intente bloquear la luz con una de mis manos, pero el rayo amarillo atravesó mi piel sin problemas, caliente como si estuviera bajo el rayo del sol.

Fui dando traspié y a tientas. Salí despacio hacia la entrada de la habitación, y el halo de luz se hizo más fuerte cuando salí. La luz se volvió más intensa hasta que apuntó en dirección a la habitación de la abuela. Iluminaba su puerta como si le estuviera apuntando con una linterna, la luz era tan brillante en la penumbra que me hacía sentir tanto terror, como si estuviera entrando en alguna clase de pesadilla. Se sentía tan real como para ser un sueño, y el ardor que había dejado la piedra en mi pecho palpitaba y dolía, aunque también estaba un cosquilleo que se movía a través de mis brazos.

Caminé despacio sobre el suelo de madera fría, hacia la habitación de la Abuela, abrí despacio la puerta y el sonido dentro me hizo estremecer.

La luz de la piedra brillo tan fuerte, que el foco al centro de la habitación se encendió, las lámparas de los costados de la cama también lo hicieron y vi a la abuela tirada en el suelo, se movía con brusquedad sin poder respirar.

Agitaba los brazos y las piernas, tratando de sujetarse de la orilla del colchón.

― ¡Mamá! ―grité con tanta fuerza hasta que ella apareció desde su habitación.

La ayude a que se pusiera de pie, la sujete de la espalda para que se sentará en la orilla, y que se relajará lo suficiente para saber lo que estaba ocurriendo. Llamé a una ambulancia mientras mi madre se encargaba de que estuviera bien. Aún estaba tan aturdido y desconcertado por lo que había sucedido, por todo, en realidad. Ni siquiera me di cuenta cuando se apagó la luz de la piedra, ni siquiera cuando se encendió. Sólo sentí el ardor y la luz que me despertó, no era un sueño como creí.

Tampoco quería pensar que la piedra me había avisado sobre la Abuela, porque sería ridículo creer que eso había pasado por que en realidad lo fue.

Tenía el collar en el bolsillo de mi pantalón, la piedra se sentía tibia, como cuando salí de la casa de Jeff. Estaba sentado en la salita del hospital de Tybee.

Al parecer, la Abuela había tenido una obstrucción respiratoria, derivada del cáncer que padecía.

El hospital era silencioso, olía a antiséptico y a cloro. El calor iba en aumento conforme la mañana se hacía tarde.
Fui hasta la cafetería por agua embotellada y luego le di una a mi madre, tenía los ojos llorosos y la mirada cansada. Sonrió al verme.

El Poder Del Sol© #1 (DISPONIBLE EN FÍSICO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora