Tanto Julia como Carlos habían llegado a sus respectivas casas. La andaluza cenó un poco ya que tenía hambre, después se lavó los dientes, se puso el pijama y se fue a dormir.
Mientras Julia estaba en la total normalidad, en la casa del catalán se respiraba preocupación. Su madre no sabía dónde estaban a estas horas su marido, y la hermana de Carlos estaba intentando escapar de su casa para buscar a su padre.
El chico relacionó la ausencia de su padre en la casa, con las ambulancias que estaban en la cera que daba la ventana del despacho de su padre. El catalán se planteó por un momento si el cuerpo muerto que se había llevado una ambulancia era su padre, pero después negó aquello. Era imposible.
Carlos estaba tan metido en sus pensamientos, hasta que el teléfono de su casa sonó, haciendo que volviese a la realidad.
Vio que su madre cogía el cacharro, y segundos después estaba llorando a más no poder.
Él se empezó a poner nervioso, cada vez pensaba más que a su padre le había pasado algo, y no sabía como actuar ante esa situación. Si su padre había muerto, el heredero de la empresa era él, y aún consideraba temprano de tener algo tan importante a su cargo.
Carlos decidió acercarse a donde estaba Laura, su madre, y preguntarle por lo que sucedía.
Carlos: Mamá, ¿me podrías contar para que han llamado, por favor?
Laura: Tu padre ha muerto suicidándose en la ventana de su despacho... tenemos que ir al hospital a reconocer el cadaver y después a la funeraria o tanatorio, como quieras llamarle.
Al chico en ese momento se le paro la sangre de todo el cuerpo. No había echo nada por intentar salvar del suicidio a su padre, y mientras eran los últimos segundos de la vida de su progenitor, él estaba con la chica que su padre odiaba, con la que se tenía que ver a escondidas.
Se sentía frustrado por no haber podido echo nada para que no hubiera sucedido esta tragedia. Es más, se sentía culpable. Pero a pesar de la noticia y de los remordimientos, el chico no soltó ni una lágrima.
Se podría decir que le daba vergüenza llorar delante de personas, incluso de su familia, porque en verdad no sentía que eran familiares suyos. Para él, todos eran unos interesados. La única persona de su círculo que no era un interesado, se llama Julia Medina. Aunque anteriormente lo hubiera rechazado mil veces.
Carlos en ese momento quería hacer como su padre, porque sentía que su vida era una mierda, pero sabía que suicidarse sería una locura, por lo que decidió salir de casa, e ir a un sitio que sabía que le iban a consolar.
En este momento delicado, se dirigió a la casa de la única persona que se veía seguro de contarle todo, de desahogar sus penas, tanto en palabras como en llantos.
Se dirigió al apartamento de la gaditana, y debajo del portal empezó a llamar al timbre de su piso.
Tardó Julia en contestarle ya que estaba profundamente dormida. Y por el telefonillo, el chico notó la voz que indicaba que hasta hace un rato, ella estaba durmiendo.
Julia: ¿Quién es?
Carlos: Julia, soy yo, Carlos. ¿Puedo subir a tu casa un momento? Necesito hablar en este momento con alguien de confianza, y la única persona que lo es, eres tú.
En este caso, la voz del catalán se notaba que estaba rota, angustiada, llena de tristeza y de frustración.
Escuchando la chica que realmente su amigo, o lo que fueran, necesitaba su ayuda, no se lo pensó dos veces en abrirle la puerta del portal.
Minutos después, Julia escuchó como tocaban la puerta principal de su piso, con lo que indicaba que el chico estaba ya ahí.
Con el pijama y los pelos totalmente alocados, Julia le abrió la puerta al chico, y viendo la cara de preocupación que le traía, le dio un abrazo.
Ese abrazo eran de los que realmente se necesita, de los que se demuestran su cariño, su apoyo, su... todos los sentimientos que estaban presentes, por resumirlo un poco.
Se separaron, y Julia besó en la mejilla a Carlos.
Se adentraron en el sitio, y al mismo tiempo ambos se sentaron en el sofá del salón de la joven.
Julia: Carlos, te veo fatal. Cuéntame lo que te pasa por favor, haber si te puedo ayudar.
Carlos: ¿Te acuerdas de las ambulancias que hemos visto en la terraza y del cuerpo sepultado en una sábana que lo metían en la ambulancia?—Julia asentía sin más—Pues ese muerto, era mi padre.
La expresión de la andaluza era de asombro. No se lo esperaba para nada, y menos teniendo el padre de Carlos tantos lujos y con una vida plena, se había quitado la vida.
Julia: Lo siento por ser tan dura en este momento, pero... ¿sabéis el motivo de su suicidio?
El chico negó con la cabeza, y viendo que no podía aguantar las lagrimas más, se agacho, escondió la cara en sus piernas y la tapaba con las manos, mientras se rompía a llorar.
Julia no sabia cómo actuar, solo en ese momento se le ocurría acariciar de arriba a abajo la espalda de su actual acompañante en la sala.
Julia: Por favor Carlos, que no te de vergüenza llorar delante de la gente. Todas las personas en algún momento de la vida necesitamos desahogarnos, gritar a los cuatro vientos lo que nos pasa, quitarnos de encima esa angustia. Así que por favor no te sientas un ser extraño por llorar. No pasa nada por no ser el más fuerte. Nadie lo es, nadie es perfecto.
El chico levantó la mirada dirigiéndola a Julia, ya que tenía razón.
Carlos: Lo que más me fastidia es que estando allí, en el mismo edificio que él no he podido nada para evitar su trágico final. Llego a estar allí, y ahora mismo no estaría llorando y dándote por culo en tu casa. Soy un mal hijo, una mala persona, no te merezco Julia... eres mejor que yo en todos los sentidos.
La chica llena de impotencia, cogió la cara llena de lágrimas de Carlos, y comenzó de esa manera a hablarle.
Julia: Carlos, así es la vida. Así son las circunstancias. No te sientas culpable, tú no tienes la culpa de la muerte de tu padre. Ha sucedido así, porque lo ha querido el destino. Pero no eres un mal hijo, ni tampoco eres una mala persona. Por favor Carlos, no te consideres eso ni en broma. Y si me mereces, eres la única persona que me puede hacer feliz. Por favor deja de decir estupideces y barbaridades. Entiendo que estés triste por la muerte de tu padre, pero no entiendo ni te permitiré que te culpes de lo que ha pasado.
Carlos: Julia, pero si hubiera actuado yo...
Julia: ¡No Carlos! ¡Ni peros ni peras! Tú piensa que en ese momento, estabas conmigo. Que si llegas a estar conmigo en el despacho de tu padre, la perjudicada sería yo, y quien sabría si él tendría el mismo desenlace.
Carlos: Esta situación me supera Julita...
Y de nuevo rompió a llorar en los brazos de su amiga, con sus remordimientos y el nudo que le ataba en la garganta.
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Amores prohibidos
Fiksi PenggemarCarlos Ruiz, es el hijo de una empresa importante de ropa, y Julia es una nueva trabajadora, para diseñar la ropa, pero ella tiene pareja, y el rico empresario, tendrá que hacer un sacrificio para no quedarse en la bancarrota