Final

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La tarde caía plácidamente sobre la aldea, tiñendo el cielo de un suave color anaranjado. Una brisa cálida acariciaba los rostros de quienes se encontraban reunidos en el gran jardín de los Uchiha, decorado con farolillos, mesas llenas de comida y la risa alegre de niños corriendo entre los adultos. Toda la familia estaba presente, celebrando la paz recién alcanzada, el fin de los conflictos, el reencuentro de los lazos rotos. La aldea ya no era escenario de guerras ni traiciones, sino de amor, de nuevos comienzos y del calor familiar.

Los clanes estaban más unidos que nunca, y entre ellos, los Uchiha se erguían como símbolo de reconciliación. Mikoto Uchiha, siempre elegante y serena, observaba con una sonrisa tenue la escena frente a ella. Había algo en particular que había captado su atención: su nuera, Sakura, parecía diferente. Desde hacía días, Mikoto había notado ciertos detalles... cómo fruncía la nariz ante algunos alimentos, cómo Sasuke le ofrecía sake y ella solo mojaba la planta más cercana con él, fingiendo beber. Mikoto no necesitaba más pistas.

Se acercó a Sakura con suavidad y la tomó del brazo.

—Acompáñame un momento, querida —le dijo con voz dulce.

Sakura asintió, algo nerviosa, y la siguió hasta un rincón más apartado del jardín, donde las flores caían como cascada desde las pérgolas.

—Vi lo que hiciste —dijo Mikoto en voz baja, con una mirada penetrante, aunque cálida.

Sakura parpadeó sorprendida. —¿Lo notaste?

—Hace días noté tus náuseas, tu fastidio con ciertas comidas y esos mareos repentinos... Disimulas muy mal, Sakura. Eres predecible —respondió Mikoto con una leve risa.

Sakura bajó la mirada, apenada. —Lo siento... quería esperar un poco más para contarlo.

Mikoto sonrió, acercándose a ella. Con ternura, posó una mano sobre el vientre apenas abultado de Sakura.

—Felicidades. Un nuevo Uchiha está creciendo aquí... —susurró emocionada.

Sakura le sostuvo la mirada, agradecida, con los ojos brillosos. Luego, ambas mujeres regresaron a la reunión, caminando juntas, cómplices. Al llegar, Sasuke las observó con curiosidad.

—¿Todo bien? —preguntó con el ceño levemente fruncido.

Sakura le sonrió con dulzura. —Sí, pero... necesito decir algo.

Los murmullos cesaron de inmediato y todos la miraron expectantes. Mikoto le guiñó un ojo discretamente desde un lado.

—Bueno, tengo un anuncio importante —dijo Sakura, tomando aire. Buscó la mirada de Sasuke, que la observaba atento, y entonces habló con firmeza—: Sasuke... serás padre. Estoy embarazada.

Un silencio absoluto duró apenas un segundo antes de que estallaran los aplausos y exclamaciones de alegría. Mikoto abrazó a su hijo con lágrimas en los ojos. Fugaku, orgulloso, asintió en silencio. Naruto, emocionado, casi se atraganta con el ramen que estaba comiendo, y Hinata le dio un pequeño codazo, riendo.

Sasuke no respondió de inmediato. Se acercó a Sakura, la abrazó con fuerza por la cintura y apoyó su frente en la de ella.

—Gracias... —murmuró, con una sonrisa casi imperceptible, pero real.

Desde una esquina, Sarada los observaba con los ojos brillosos. Se levantó del banco en el que estaba sentada con Shikadai, su pareja, y se acercó rápidamente.

—¡¿Voy a tener un hermano?! —exclamó emocionada.

Sakura asintió y Sarada la abrazó con fuerza.

—Te juro que lo protegeré siempre —dijo con una determinación que hizo sonreír a su madre y a todos los presentes.

Shikadai se acercó con una sonrisa relajada y le puso una mano en el hombro.

—Tendrás a todo el clan Nara detrás de ti si lo necesitas —bromeó—. Ya somos familia.

Sarada le dio un codazo juguetón, pero no pudo evitar sonreírle con afecto. Ambos parecían irradiar complicidad y promesas de futuro.

Desde el otro lado de la mesa, Itachi observaba en silencio, con la mano entrelazada con la de su esposa Izumi. Sus ojos, normalmente serenos, brillaban de felicidad.

—Mira lo que has logrado, hermano —susurró él para sí mismo, observando a Sasuke con orgullo.

Sasuke lo escuchó y, por un instante, sus miradas se encontraron. Caminó hacia él sin decir nada y, al llegar, simplemente colocó una mano sobre su hombro.

—Gracias... por todo, nii-san —le dijo, con una sonrisa sincera.

Itachi asintió, conmovido. Ambos hermanos sonrieron como en aquellos días lejanos, cuando todo era más simple, antes del dolor y de la guerra. Esa noche, lo sabían, su familia no solo había crecido en número... sino también en amor.

La música volvió a sonar, la comida a servirse, y las risas a llenar el aire. Y en el centro de todo, una familia unida celebraba la vida, la paz, y el renacimiento de un clan que, tras tanto sufrimiento, finalmente encontraba su lugar en un mundo sin guerra.

Un deseo del corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora