Capítulo 4. Ayúdame.

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-¿Rayla? ¿Estás ahí?-la voz de Soren la sacó de sus pensamientos, sobresaltándola. El deportista la miró extrañado-. Ehh... ¿todo está bien?

-Sí, ¿por qué estaría mal?-respondió Rayla y volvió a darle la espalda.

-Vamos, Rayla, puedes contarme que te ocurre, como lo hacíamos antes, ¿no quieres volver a eso?-respondió Soren sonriendo amablemente. Rayla tuvo el repentino deseo de que sí, ser lo que eran antes y olvidarse de todo lo que la rodeaba. Pero a diferencia de antes, algo la frenaba, la anclaba al presente y ya no la dejaba regresar.

Así que, decidida, se volteó a verlo con una mirada a cargada de resentimiento, y con voz firme habló:

-Tú y yo ya no seremos lo que éramos, ¿me oyes, Soren? No vuelvas a decir eso nunca más.

Rayla estaba tan inmersa en sus palabras que no escuchó los pasos de Callum detrás de la puerta. El muchacho había decidido entrar al salón antes de que la campana sonara, ya que no quería ser arrollado por miles de alumnos apurados por entrar a las aulas. Casualmente, pasos antes de entrar a la habitación oyó el nombre de Rayla pronunciado por Soren, por lo que dedujo ella también estaba dentro.

Sigilosamente se apoyó sobre la puerta y asomó un poco la cabeza para poder observar: sí, efectivamente Rayla estaba dentro, se la veía molesta y triste. Soren, por su parte, estaba desconcertado con lo que Rayla había dicho.
Cuando logró recuperar la compostura la miró lleno de odio y espetó:

-Mira, Rayla, no sé qué mosca te picó, pero estoy seguro de que ese niño nuevo tiene que ver en esto-Soren la tomó por el cuello y la levantó unos centímetros del suelo-. Si quieres que mantenga tu secreto como un secreto, más te vale, Elfa ingrata, que no vuelvas a tratarme así, ¿comprendes?

Rayla hacía desesperados intensos en zafarse del agarre de su “novio”, pateaba el aire y tomaba la mano de Soren entre las suyas e intentaba hacer que cediera. Pero el deportista era más fuerte que ella y logró detenerla en su control. Callum no lo soportó más y entró en un salto al salón. Rayla ya estaba perdiendo el color y sus ojos se estaban cerrando. La ira de Callum estaba nublado su juicio. Soren volteó hacia él con una sonrisa burlona.

-Vaya, miren quien está aquí ¿quieres que te asfixie más, niño?-preguntó sarcásticamente mientras la cólera de Callum crecía cada vez más. Intentó avanzar hacia donde ellos se encontraban, pero Soren apretó más el cuello de Rayla, que, aún con los ojos cerrados, soltó un quejido.

-Si le tocas un pelo te juro que...

-¿Qué? ¿Me golpearás?-Soren rió sonoramente-. Adelante, inténtalo, no creo que...

Pero Soren no pudo terminar la frase. Antes ya estaba estampado contra la pared e inconciente. Frente a él, Callum había dibujado en el aire un extraño símbolo, una especie de medio corazón doble, para luego pronunciar una palabra: Aspiro.

Rayla cayó al suelo, inconciente. Sin embargo las lagrimas corrían por sus mejillas. Callum corrió a su lado y apoyó la cabeza de ella cabeza sobre sus muslos. Tenía el rostro casi morado, los ojos cerrados y su pecho se elevaba y se contaría con rapidez. Poco a poco, la ira de Callum fue disminuyendo hasta convertirse en pura preocupación. La misma que figuraba en el rostro de Rayla cuando Soren intentó “darle una lección”.

Entonces fue cuando Callum notó algo extraño en ella: con sus lágrimas, el maquillaje en su rostro empezó a escurrirse por su rostro, dejando ver sus marcas violetas debajo de sus ojos, el cabello albino se corrió de sus orejas, dejándolas al descubierto a los ojos del muchacho, que no le encontraba explicación lógica a todo lo que veía. Poco a poco, Rayla recuperó el color y la conciencia. Comenzó a abrir levemente sus ojos y a enfocar el rostro de Callum, que la abrazó con fuerza y empezó a derramar imcontrolablemente alguna que otra lágrima.

-¿Estas bien?-preguntó Callum cuando logró calmarse. Como repuesta Rayla volvió a abrazarlo y comenzó, esta vez, ella a llorar.

-Ayúdame, por favor Callum, ayúdame...

Callum tardó en corresponderla, pero cuando lo hizo... lo hizo de forma sincera y acogedora.

En ese momento ya no importaba ni Soren, ni Claudia, ni nadie. Sólo ellos dos, juntos, no había nada que los separara...

Compañeros de clase (Rayllum)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora