Capítulo 11. La calma ANTES de la tormenta

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Narra Callum:

No lo puedo creer. Aún no me entra en la cabeza como ella me dijo que sí. Hacía una semana estábamos peleados y ahora la tomaba de la mano y la besaba. Ella me quiere, no puedo creerlo, pero es cierto. Y yo también la quiero.

Rayla me hacía feliz, muy feliz. Y creo que yo también a ella. Estoy convencido de que por fin encontré a la chica correcta. Ok, Callum, no exageres me dije a mí mismo. De seguro estoy babeando pensé para luego volver a mi dibujo. ¿Adivinan qué dibujaba? Sí, a Rayla. Dioses, esa chica me tenía loco.

Un as de culpa surcó mi cabeza; aparté mi vista del dibujo para posicionarla en unos chicos intentando poner unos libros en un estante muy alto. Aún no le has dicho todo me dijo una voz que no conocía ella merece saber que no eres del todo “normal”. La voz resonaba en mi cabeza y yo estaba seguro de que eso no era normal. Apreté fuertemente los ojos y presioné mis sienes, intentando ahuyentar aquel espeluznante sonido. Poco después de unos minutos (que para mí fueron horas) la voz se fue extinguiendo y lentamente fui soltando mis sienes, que de seguro habían quedado coloradas debido a la presión.

Sentí sudor sobre mi frente y mis mejillas. Fue una mala sensación me traté se tranquilizar. Tomé mis cosas y me dirigí hacia el baño. Me lavé la cara y respiré hondo, pegando mi frente sobre el espejo. En ese momento lo oí otra vez:

-Te ves fatal, deberías dormir un poco más-rápidamente levanté la vista. Me quedé paralizado, sin siquiera parpadear. En el reflejo del espejo, claramente visible y envuelto en un aura morada había un sujeto.

Este vestía una túnica morada con una capa y botas largas. Pero lo que más me llamó la atención de él fue su rostro: sus mejillas estaban llenas de puntos brillantes que parecían... estrellas. Además tenía cuernos.

Ya saben, lo típico que encuentras en un baño.

Rápidamente volteé, pero no había nadie. Debo estar drogado pensé aterrado.

-Y no, por si te lo preguntas no estás drogado-Ese fue mi golpe final.

El hombre soltó una carcajada espeluznante y sentí como todo en mi cabeza daba vueltas.

-¿Quién eres?-pregunté algo aterrado, aún mirando al espejo. El hombre misterioso me sonrió maliciosamente y se acercó a mí hasta posar una de sus manos en mis hombros. Recién allí noté que su piel era morada... y que su mano traspasó mi cuerpo.

-Soy Aaravos, y estoy para servirte-hizo una leve reverencia.

-¿Para servirme? ¿Cómo que para servirme?-esto no tiene ni el menor de los sentidos  pensé. Seguramente está era una de las bromas de Soren.

- Eres un muchacho muy especial, Callum. Tu madre, Saraí, fue bendecida con el don de la magia primaria. Y cuando ella murió, tú heredaste todo su poder. Tienes la Bendición de la Reina. Y por eso debes venir conmigo a Xadia-dijo todas esas palabras con tanta naturalidad que me asustaron.

-¿Xadia? ¿qué es eso?-pregunté, aunque era sólo una de las preguntas que me rebotaban en la cabeza.

Aaravos soltó una pequeña risa.

-Xadia es una tierra en otra dimensión, la cual está llena de magia, como la que tú posees y más. Yo puedo llevarte allí, para así aprendas todo lo que eres capaz de hacer con ese don-la oferta era algo tentadora.

Me aparté de su inusual agarre y comencé a girar sobre mis pies, inspeccionando el lugar, buscando cualquier rastro de aparatos que pudieran generar algún tipo de holograma o algo parecido. Finalmente hablé.

-¿Por qué no puedo verte?-traté de resaltar la desconfianza que había en mi voz.

-No estoy allí, estoy comunicándome contigo con magia desde un lugar remoto. Al estar atrapado en quién sabe dónde mis opciones se redujeron a esta comunicación banal.

Compañeros de clase (Rayllum)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora