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Chico, ¿es que no te dieron suficientes azotes cuando eras niño? Empaca tu pequeño trasero blanco y vuelve a casa, aquí es donde Mary y tú deberíais estar. 

Frank agradeció mentalmente no haber puesto el manos libres para hablar con Roberta mientras observaba a su sobrina y a Harley desayunando. Entendía el mal humor de su amiga y vecina, no la había llamado en un par de días y obviamente estaba preocupada, pero no necesitaba que los niños empezaran a burlarse de su trasero. 

—Sabes que no es tan sencillo, Berta... Llevármela por la fuerza solo dificultará las cosas — susurró apartándose un poco para no ser escuchado por los dos menores. Además Berta estaba alzando la voz. Que no era gritar, porque ella nunca gritaba, ella alzaba la voz para ver si así se la entendía mejor, pero ¿gritar? que a nadie se atreviera decirle eso... 

¿Y unirte al enemigo no lo empeora? 

—Él no es el enemigo.

A veces me pregunto si realmente eres tan listo — la escuchó suspirar —. Ese hombre a medio hacer te está mareando la perdiz, Frank. Te distrae con su dinero y lujos para que no veas lo importante: no va a ayudarte con tu madre.

—Tienes que dejar de verle con tan malos ojos. No es un mal hombre... — su voz fue bajando de tono cuando se dio cuenta que el rey de Roma asomaba por la puerta con un exagerado bostezo. 

Mira, si no hubiera vendido el piano de mi ex marido para atarme las trompas, te juro que lo vendía ahora mismo para ir a por ti y la pequeña, y traeros a rastras si hace falta.

—Berta, por favor, cálmate. Todo está bien. 

¡A mí no me mandes calmar! — no, tampoco estaba gritando en ese momento —. Ahora pásame a Mary, quiero asegurarme que está bien

Frank le pasó el teléfono a su sobrina mientras se frotaba el oído, algo enrojecido por el rato que llevaba con el aparato pegado a la oreja. Sirvió dos tazas de café que acababa de hacer y le ofreció una a Stark, quien le miraba con una ceja arqueada y una burla muriendo por salir de su cabeza.

—Roberta solo está preocupada — se adelantó a cualquier comentario mordaz. 

—¿Por qué no la invitas a venir? Que pase el fin de semana aquí. 

—¿Estás seguro? — aquel derroche de amabilidad le confirmaba de nuevo que Tony Stark era un buen hombre después de todo. 

—Claro, me encantaría recibir una paliza de alguien que no fueran los malos de siempre, para variar — sonrió antes de dar un buen sorbo a su combustible preferido para luego bajar la taza más serio —. Pagaré el billete, no es problema. Además, seguro que tu sobrina se muere por verla. 

Ambos hombres miraron a Mary, quien iba dando saltitos de alegría mientras le contaba a Roberta todas las cosas que había hecho esos días y lo mucho que echaba de menos cantar con ella. Al haber crecido sin una madre Berta tomó ese rol para alivio de Frank, quien después de tantos años aún andaba perdido en muchos temas relacionados con la crianza de una niña. Tal vez de haber sido un niño habría sido más sencillo, pero no cambiaría a Mary por nada.

—Es muy amable por tu parte, Stark. 

—Tony — dijo mirándole con la cabeza gacha y las cejas hacia arriba —. Stark era mi padre, prefiero que me llames Tony.

—Está bien. Gracias, Tony. 

Minutos después todos se ponían en marcha para seguir con la rutina que se había establecido en los últimos tres días: llevar los niños al colegio. Ese día, además, Tony hizo un enorme esfuerzo por mantener el móvil en silencio dentro del bolsillo de la chaqueta y, además, darle un abrazo a Harley. Algo que para ambos fue sumamente incómodo por la novedad de todo el asunto. Para Frank también fue extraño, no por la imagen en sí, sino por sentirse orgulloso por los avances de Tony. Apenas se conocían y no podía evitar sentirse bien viendo cómo el magnate dejaba caer poco a poco todas esas barreras que parecía haber construido a su alrededor con los años. 

Un Recuerdo Inolvidable [Crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora