1

2.5K 201 18
                                    

Nunca había dejado que Mary le viera en actitud violenta, pero ella no estaba y ese era el problema. 

Cuando supo que Fred estaba siendo ofrecido en adopción todas sus alarmas se dispararon, pues su sobrina jamás se apartaba de ese gato uniojo. Se contuvo al encararse con el padre de la casa de acogida, intentando mantener la calma mientras le sacaba información, pero enterarse que Mary no solo no estaba en la casa sino que había dejado Florida, desató ese carácter tempestivo que siempre estuvo conteniendo por el bien de la pequeña.

De no ser porque ese hombre no era realmente el culpable, probablemente le habría partido la cara en ese mismo instante.

Volvió a su casa corriendo con una fuerte ansiedad comprimiéndole el pecho. ¿Cómo era posible que Evelyn, su madre, cruzara esa línea? ¿Cómo había podido llevarse a la niña sin siquiera consultárselo? Estaba cabreado, totalmente fuera de sí y, aunque su ira parecía estar dirigida a su madre, con quien realmente estaba enfadado era consigo mismo. No tendría que haber aceptado el trato de los abogados, no tendría que haber dejado a Mary en manos de otros. 

Era su responsabilidad y le había dado la espalda. 

Le explicó a Roberta, su vecina, lo poco que el padre de acogida le había contado y, tras horas de darle vueltas al asunto, Frank tenía muy claro qué debía hacer: iría a recuperar a su sobrina. La traería de vuelta a casa, donde realmente pertenecía. Pero tal y como abogados, juez y su propia madre habían insistido en remarcar, Frank no tenía mucho dinero. Reparar barcos le daba únicamente los ingresos suficientes para ir tirando día a día y debía comprar tres billetes: uno de ida y dos de vuelta. 

La desesperación le llevó a mal vender la camioneta tres días después, pero no le importo deshacerse de esta. Entre eso, lo poco que le quedaba en el banco y la ayuda de Roberta, compró los billetes y se marchó a Nueva York.

Casi nueve horas después, Frank se encontraba plantado ante la imponente Torre Stark, un edificio que le produjo vértigo de solo mirar hacia arriba.

Sintió alivio por haber tomado la decisión de ponerse el traje, pues era evidente que con sus jeans desgastados y cualquier camiseta sencilla jamás le habrían dado la oportunidad de cruzar la puerta principal. Sabía que ese hombre era multimillonario, pero hacía tanto tiempo que no pisaba la gran ciudad que prácticamente se le había olvidado cómo eran las cosas ahí.

Inconscientemente, se metió las manos en los bolsillos del abrigo para ocultar las uñas ennegrecidas por el trabajo y cruzó la calle hacia el edificio.

—Identificación, por favor — un hombre en traje negro le interceptó nada más entrar al hall.

—Mi nombre es Frank Adler. Vengo a ver a mi sobrina Mary — respondió con la espalda erguida, mostrándose seguro y calmado.

—Señor, son casi las ocho de la noche. Vuelva mañana por la mañana.

—No. Tiene que ser ahora — insistió.

—Estas no son horas para visitar a un infante. Le repito que vuelva mañana.

—Usted no lo entiende. He hecho un viaje muy largo y no voy a irme de aquí sin ver a Mary. Dígame dónde está — estaba empezando a impacientarse, la frustración le hacía alterarse con facilidad, sobretodo cuando se trataba de su sobrina.

—No me obligue a llamar a la policía. Haga el favor de marcharse — el hombre le puso una mano en el hombro con intención de llevarlo de vuelta a la calle, algo que molestó en gran medida a Frank.

Recordó cuando el padre de acogida le dijo que se marchara, que Mary estaba teniendo una crisis por su culpa. Y él lo hizo sin rechistar, creyendo que era mejor para Mary que no le viera. Después de ese día fue cuando se llevaron a la pequeña y abandonaron a Fred.

Un Recuerdo Inolvidable [Crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora