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La mañana empezó como todas las anteriores en aquella extraña semana. Desayuno en grupo, prisas por no llegar tarde, abrazos en la puerta del colegio... Y el mismo giro de acontecimientos que el día anterior: Frank bajándose antes del coche para una cita cerca de Central Park. 

Tony se dijo que no le importaba en absoluto lo que hiciera el rubio con su tiempo libre, pero no podía quitarse el asunto de la cabeza. Era curioso por naturaleza y la incógnita le estaba distrayendo del trabajo. Sin embargo, contrario a lo que normalmente haría tratándose de cualquier otro, se negaba a cruzar los límites de su privacidad. Sí, el mismo que había quebrantado decenas de veces la seguridad informática del Pentágono para chismear en sus archivos, dio un alto en nombre del honor.

Y es que, por extraño que pareciera, Frank le agradaba. Era todo lo contrario a él, un poco soso y "mundano", pero le caía bien. No solo había dejado en evidencia las mentiras que Evelyn contó sobre él demostrando ser una buena influencia para Mary, sino que su filosofía de vida estaba calándole cada vez más hondo. Por ello no podía arriesgarse a joder la confianza que finalmente Frank había depositado en él por una simple y punzante curiosidad.

Curiosidad que se acrecentó cuando, llegado el momento de ir a recoger a los niños, Frank no apareció. Ni rastro de él. Ni una llamada, ni un mensaje. Nada —como solía decir su madre cuando asomaban sus raíces españolas*. Menos mal que Happy estaba en todo, porque para cuando él se dio cuenta de la hora los niños ya estaban de camino con su hombre de seguridad. Sin embargo, no pudo darle muchas vueltas al porqué Frank seguía ausente, porque tanto Harley como Mary llegaron a casa sumamente emocionados y llenos de energía. 

—¿Qué os han dado en el colegio para estar así de revolucionados? — preguntó sobándose las sienes mientras entraba al dormitorio de Harley para ver qué querían comer.

—¡Mañana es la acampada! — exclamaron a la vez con sendos saltos de júbilo.

—¿Qué acampada? — preguntó frunciendo el ceño. 

—Ya te lo conté — dijo el menor con un mohín de frustración —. Te pedí que firmaras el permiso y me dijiste que lo harías.

Tony no tuvo que estrujarse mucho el cerebro para llegar a la conclusión de que, probablemente, el día que le habló de ello no le estuvo prestando atención. Algo que, por suerte, estaba intentando finalmente cambiar gracias a Frank.

—Desarrolla mejor ese asunto de la acampada, ¿quieres? — apartó algunos juguetes para poder sentarse en el borde de la cama.

—Este fin de semana habrá lluvia de estrellas y el colegio organizó una excursión a la montaña para verlos.

—Podéis verlos desde aquí, la Torre es suficientemente alta para tocar el cielo.

—¡Pero no será lo mismo! Haremos una fogata, contaremos historias mientras cocemos malvaviscos y dormiremos en tiendas de campaña. ¡Será genial!

—No es tan genial. En la montaña hay osos, bichos y hasta tipos con guitarra que insisten en querer cantar Cumbayä alrededor del fuego — se quejó frunciendo más el ceño, queriendo quitarles de la cabeza el asunto cuanto antes. 

—¡Me dan igual los bichos! — exclamó Mary. Y Tony comprendió que iba a ser difícil hacerles desistir con rodeos. Esos dos enanos crecieron jugando con la tierra, era obvio que unos insectos no los disuadirían fácilmente.

Era momento de convertirse en el villano de la película. 

—No vais a ir a esa acampada. Es peligroso. 

—No nos dan miedo los osos — replicaron al unísono.

—No son los osos los que me preocupan. 

Un Recuerdo Inolvidable [Crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora