Stillhet

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Toda familia antigua tiene secretos. Secretos oscuros que prefieren enterrar muy profundo. Tumbas ocultas que jamás deberían salir a la luz. La familia de Jeongguk — aunque lejana a él — tenía los suyos.

Guardados en el verdadero sótano, repletos de esqueletos y muertes que jamás fueron notadas. Era un mausoleo jamás abierto hasta que JiMin rompió la lápida. Tras su caída en ese cuarto, una nube de polvo se alzó alrededor de él. Vio a varias arañas con rostros humanos correr hacia sus rincones.

Manoteó el aire mientras tosía. Cuando pudo abrir los ojos, lo primero que vio fue un enorme esqueleto colgando de dos cadenas, meciéndose en la penumbra. Como si un esqueleto no fuera suficiente para ser alarmante, éste tenía una peculiaridad: las piernas no tenían una anatomía humana, pues no había unas. Solo la forma esquelética de una cola, de donde salían insectos escalando por la columna y sus vértebras.

JiMin sabía lo que era. Y lo aterró aún más.

Un golpe seco lo devolvió a la realidad. Volvió su mirada hacia atrás, con miedo de sobra. Pero era Jeongguk, que fue hacia él de inmediato, revisando sus manos y piernas, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.

— ¿Estás bien? ¿No te rompiste nada? ¿Por qué no respondías? ¿Minnie?

Los ojos plateados de JiMin parecían desconectados. Como si estuvieran moviéndolo con cuerdas, alzó el brazo, señalando el esqueleto. Jeongguk, sospechando que nada bueno vendría, miró hacia donde le dijeron.

Tragó en seco. Su corazón pareció detenerse un segundo, hasta que aire volvió a entrar a sus pulmones. ¿Todo este tiempo había estado viviendo sobre catacumbas? ¿por qué demonios había un esqueleto semi-humano en el sótano? ¡¿Cómo que semi-humano?!

— Oh, Dios... — pero tenía que actuar. Primero, debían escapar del impulso estúpido de investigar qué era.

Pero JiMin no conocía lo que era la cobardía, en su lugar, había una curiosidad enorme. Más grande que su sentido común. Las pequeñas motitas de luz bajaron por el hoyo que hizo en el techo, iluminando la sala.

Había más esqueletos. Colgados, encerrados en jaulas o peceras secas. Escamas disecadas y mechones de cabello blanco colgando de un tablón. Botellas con líquidos brillantes, exactamente igual que...

— Son como mis lágrimas — tartamudeó JiMin, parado frente al estante de frascos —. Jeongguk, ¿tu familia...

— ¿Qué eres? — preguntó antes de que JiMin pudiera hacerlo. El tono agresivo del bibliotecario no le sentó bien a JiMin, que se viró enojado.

— ¿Qué soy? Uh, tú deberías saberlo. Hay una jodida colección de esqueletos de quizá mis abuelos aquí, en el sótano de tu extraña familia. Dímelo tú.

Las palabras se trabaron en la boca de Jeon. Se dio cuenta de su mal tono en seguida. Sus piernas funcionaron de nuevo, moviéndose cerca de la pequeña araña asustadiza. Forcejeó para hablar.

— Y-Yo no quise... no tenía idea de qué esto existía. Supe que Flofy (el viejo ermitaño) es mi tío hace apenas tres meses. Y perdón por hablarte como lo hice, pero llevo semanas tratando de asimilar que la magia existe porque tú simplemente despides motas de luz y brillas, que, déjame decirte, no es normal. Así que, de la manera más amable, te pido que me expliques.

Había un poco de miedo reflejado en los ojos de Gguk, totalmente justificable. JiMin también entendió. Para él era normal llorar y crear perlas, escapar de los búhos y ver espíritus. Para el chico frente a él, no.

— Selkies. Somos selkies. Bueno, ellos, porque yo tengo sangre diferente. Son parte de mí. Me costó mucho tiempo saberlo, porque mi abuelo jamás lo dijo. Pero con el libro que te tomé prestado... bueno, lo aclaré — aún había confusión en Jeon —. Okay, lo pondré simple: las selkies son seres del mar, que son focas y humanos, pero no al mismo tiempo. En el mar focas, en tierra humanos. Yo... bueno, salí defectuoso. Sólo mis piernas se transforman. Y son escamosas, pero brillo, canto y tengo los dones de un selkie. Soy raro en ambos lados. Humano y mágico.

The Song of the Sea || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora