Sannhet

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— ¿Para qué trajiste noodles si no tenemos agua caliente?

JiMin cuestionaba las decisiones de la vida, como porqué Jeongguk empacó noodles instantáneos. Tenía hambre — como casi siempre —, y hurgaba en la mochila de comida mientras caminaban por los grandes árboles y entre venados de cornamenta blanca. Todo era muy bonito hasta ahora.

El aroma a tierra húmeda, la fresca brisa que bajaba de las montañas plateadas.

Todo era encantador, menos la mirada indignada de Jeongguk. Como si hubiera dicho algo tan obvio que era imposible cuestionar.

— Porque puedes comerlos crudos, como cereal.

— Ew, no te me acerques. Debes ser un cyborg, porque no es normal.

Jeongguk le arrebató el vasito de noodles, lo destapó y trituró la pasta, para comerla como si fueran papitas. El rostro de gozo que tenía humillaba a JiMin y todas las leyes de lo comestible. Seguramente habrían discutido sobre la Constitución de lo Delicioso si Taehyung, en ese mismo instante, no hubiese atrapado un insecto para comérselo.

Jeongguk, el futuro entomólogo, quedó en shock los siguientes treinta minutos del viaje a lo desconocido. En varias ocasiones tuvieron que escapar de osos y linces. Estuvieron a punto de ser comidos por una bandada de ardillas furiosas por los noodles. Y el zorro que los acompañaba desde ayer mordió a Jeon en la mano por querer acariciarlo.

Pasaron a través de ríos caudalosos, nidos de arañas y cuevas de hadas escondidas en los troncos de grandes árboles, claro, las que quedaban. Los grandes renos de los sauces, impresionados por la esperanza de la selkie, les permitieron ir sobre sus lomos hasta llegar a su destino.

— ¿Quién es su amigo? ¿Un humano? — preguntó un reno, cuando el sol taciturno pintaba de dorado las arboledas — Parece un poco despistado.

Todos voltearon a ver a Jeongguk, que dormía despreocupadamente sobre el lomo de una reno. Taehyung respondió que sí, a ambas cosas, volviendo a una plática sobre pinos. Pero JiMin se quedó un largo rato pensando en las razones de Jeongguk para seguirlo hasta lugares inciertos. No sabían si sobrevivirían a pasado mañana, pero seguía ahí, prestándole su abrigo cuando llegaba la noche.

El chico castaño debió pasar momentos difíciles las últimas semanas. Mudarse a un país que no conoce, donde hablan un idioma completamente diferente su lengua materna, pasar solo todo esto porque ya no tenía amigos, y su madre rechazaba a todo ser vivo que quisiera acercársele. Después, tener que aceptar la realidad de la magia. Saberse liado con alguien problemático, descubrir que tu familia, la marginada de la ciudad, estuvo a punto de extinguir todo lo místico, y por último, renunciar a la única familia que le quedaba para poder seguirlo. Sin contar las circunstancias por las que dejó su país natal.

En algunas ocasiones pensó ¿Y sí es una trampa para matarme? Pero podía ver la luz en los ojos de Jeon cada vez que lo descubría oliendo una flor, o la tibieza de sus abrazos junto al fuego. Todo eso era un caos sentimental.

Por una parte, tenía una carga muy grande sobre los hombros, del otro lado, no dejaba de pensar en lo afortunado que era por haber encontrado a Jeongguk en su camino. Acarició la mejilla morena del susodicho al pasar cerca, haciéndolo sonreír entre sueños.

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The Song of the Sea || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora