Narra Abigail
Luchando contra la pesadez de mis párpados advierto aquella dulce fragancia que a día de hoy, se ha convertido en mi preferida. Esos brazos rodean mi torso sutiles, sus labios entreabiertos y la pacífica expresión en su gesto inundan cada centímetro de mi cuerpo de ternura. Y aunque mi cabeza precisa ser un desastre, mi corazón se acelera por el simple hecho de saberle junto a mí.
Mis ojos navegan minuciosos cada detalle de ella, incapaces de comprender todo lo que es capaz de provocarme tan sólo con pronunciar mi nombre. Una de mis manos recorre con gentileza parte de su abdomen que la modesta posición en la que duerme permite apreciar. Dejo un suave beso sobre él en tanto las yemas de mis dedos transitan sus brazos, siguiendo el trayecto que remarca sus clavículas. Me detengo en sus mejillas, las cuales acaricio ignorando el reloj y su marcha.
Rompo nuestra distancia tan sólo para prolongar un beso sobre su frente, disfrutando del aroma de su cabello embriagar mis sentidos. Ignoro el tiempo que pasé bajo la regadera, acompañada por nada más que la película de los últimos días, acto que mi cerebro se esmeraba en repetir a cada oportunidad. Al salir la encuentro en el mismo estado de ensoñación, negándome a romper tal comunión, cierro la puerta con sigilo y camino por el corredor.
Me doy cuenta de las cajas de cigarros por el camino y las tomo avergonzada, hallo algunas separadas por unos cuántos escalones de distancia. Al llegar al recibidor, la luz del Sol impacta sobre mi cara con frenesí, obligándome a entrecerrar los ojos. Deposito las cajas en la basura y camino hacia el jardín, la cálida brisa golpea mi rostro mientras tomo asiento sobre el césped.
Mis pensamientos insisten en llevarme al mismo viaje, de nuevo lo encuentro a él, con las rosas de siempre y esa risa estridente. Recuerdo la brusquedad en su tacto y su enajenada necesidad porque sólo estuviéramos los dos. Siento una punzada en el vientre al rememorar su urgencia sobre mi cuerpo y la violencia con la que procuraba goce para sí mismo.
Y pensándolo bien, nadie tiene derecho a tratarnos así, como si de un objeto cualquiera se tratase. Reconozco el contaminado discurso de los otros que hablaba más fuerte que mi propia voz, forzándome a hacer algo contra mis deseos. ¿Y para qué? Ya no pretendo ser lo que los demás quieren que sea, me rehúso a ser víctima de las exigencias y estereotipos sociales que desde siempre me han destruido la vida.
No quiero mirar atrás y sumergirme en la miseria que me rodeaba, estoy cansada de tener que ser una especie de virus dentro de este mundo putrefacto cimentado bajo la inasequible entelequia. Y sí, es posible que mis razones sean buenas, mas no significa que los demás estén listos para escucharlas. Mi motivo y razón, sólo responden a ella.
Su abrazo anticipado me toma por sorpresa, sus labios se despegan con dificultad de mi mejilla. De nuevo estoy sonriendo por inercia, ella es la única persona que tiene tal efecto en mi. Tira de mi mano llevándome dentro de la casa, sus ojos me hablan de la expresa necesidad de hacernos una y no puedo contenerlo más.
Otra vez siento sus labios sobre los míos, cual oasis en el desierto. Ante la imprecisión de nuestros pasos me permití tomarla en brazos prolongando nuestra unión hasta descansar su espalda en la cama. Sus manos exploraron ágiles mi torso, despojándome de la ropa. Minutos después, hallé la desnudez de nuestros cuerpos y la agitación de nuestra respiración. El día oscilo entre caricias, su piel y aquel glorioso sonido que emanaba de sus labios y resonaba entre las cuatro paredes.
Sus besos naufragaron cada curva de mi cuerpo, dejando un rastro bajo del cual mis sentidos sólo llamaban a su nombre. Su lengua hacía brotar vida de cada uno de mis poros, el vaivén de sus caderas desvanecía mi razón, estaba a su merced. Advirtió inminente mis contracciones en tanto redimió su boca con cada gota de ambrosía que afloraba de mi sexo. Me atrajo a su rostro, tan sólo para sellar nuestro encuentro con un beso colmado de mí.
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Prohibido (SIN EDITAR)
RomanceLos enigmas del pasado, demasiadas preguntas y una sola respuesta: Laura.