Capítulo 15

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Entro en nuestro apartamento y Leona me espera como siempre en la puerta. Esta vez no se abalanza sobre mí como suele hacerlo cada vez que me ve, sino que agacha la cabeza y me lleva hasta el salón. Escucho la voz de Alberto y también la de una mujer, conocida para mí. Muy conocida.

Abro lentamente la puerta y me asomo con cautela, tratando, en la mayor medida de lo posible, que no me descubran.

Alberto toma a la chica de la cintura y la besa apasionadamente. Siento como mi corazón se para y se rompe en millones de pedazos, el mundo se derriba sobre mi cabeza y todo se viene abajo en cuestión de segundos.

Escucho cómo le dice "Irene, te quiero". Ahora mismo, me siento como una auténtica estúpida, mi novio y mi mejor amiga, no puede ser verdad. Entro en la sala y comienzo a gritar y a chillar, tirando todo lo que está a mi alcance. Cojo a Irene por los hombros y empiezo a zarandearla. ¿¡Cómo ha podido traicionarme así!?

-Esther, vamos, despierta. Cariño, es sólo un sueño. Te has quedado dormida en el sofá.

Abro los ojos de repente, con la respiración agitada y el corazón latiéndome desenfrenadamente . Le abrazo con fuerza y acerco mis labios a su oído.

-Eres sólo mío.

-Sólo tuyo-repite sensualmente.

Yendo hacia el baño para lavarme la cara no puedo evitar que una caja enorme sobre la cama despierte mi curiosidad. Me acerco sigilosa hasta la puerta y me aseguro de que Alberto permanece en el salón. Abro cuidadosamente la caja y el corazón casi me da un vuelco al ver los zapatos y el maravilloso vestido que hay dentro.

-Todo es para ti-dice con voz ronca a mi espalda.

-¡Me has asustado!-grito llevándome la mano al pecho. Me acerco a él y le cojo ambas manos con ternura-. Gracias amor, es precioso... pero creo que no puedo aceptarlo.

-No, de eso nada. Es todo tuyo. Para ti con amor. Esta noche saldremos y cenaremos juntos. Ponte guapa, en dos horas te quiero lista para irnos-me planta un beso en los labios y se va silbando, probablemente, una canción de su grupo favorito. Supersubmarina.

A las 9 y media estoy preparada. Me pongo un vestido negro ceñido al cuerpo hasta la cintura y que cae hasta la mitad del muslo, con la espalda al descubierto. Lo complemento con zapatos de tacón rosa fucsia y algunos accesorios del mismo color.
Me asomo al pasillo y allí está él. Sonríe al espejo mientras se arregla el nudo de su corbata azul marino. Le miro de arriba a abajo y no puedo contener una sonrisa, está guapísimo. Lleva una camisa azul celeste y un pantalón ajustado azul marino también.

-No quiero que vayas así-digo mirándole inocentemente.

-¿Voy mal? Pues entonces me cambio.

-¿Bromeas? Vas perfecto. Pero todas van a mirarte...

Se acerca con paso firme hasta colocarse frente a mí, me agarra de las manos y me las besa con ternura.

-Se te olvida algo. Yo solo te quiero a ti.

Vamos hasta un restaurante muy elegante y cenamos. Tras la deliciosa y suculenta cena, Alberto recibe la invitación de uno de sus compañeros de equipo para ir a una fiesta a su casa y aceptamos sin dudarlo ni una sola vez. Tenemos ganas de diversión.

Mientras él saluda a todos sus amigos, me siento en el sofá y aprovecho para mandarle un mensaje a mis amigas. Las echo de menos muchísimo.

-Escuchadme todos y todas un momento-miro a todos lados intentando buscar de donde proviene esa voz, la de Alberto. Un momento, ¿qué hace subido encima de la mesa y con un micrófono?-Hoy he venido acompañado de una persona muy especial para mí. Nos conocemos desde hace muy poco tiempo, pero siento que esto es especial. Ojalá sea el principio de una larga historia de amor. No son sólo palabras, pequeña. ¡Te quiero!-grita.

Comienzo a llorar y me abro paso entre la gente todo lo rápido que puedo hasta llegar hasta él. Me tiende la mano y me subo encima de la mesa junto a él. Le entrega el micrófono a uno de sus amigos y me besa, sin frenos, sin prisas, con dulzura.

La noche transcurre con tranquilidad. Bailamos y reímos, sin duda, no podré olvidarla. Me encuentro un poco mareada por el calor. Y porque Alberto no ha parado de besarme y de hacerme cosquillas en el cuello desde hace un rato, y las piernas empiezan a fallarme a la vez que siento un cosquilleo en partes que creo que no es necesario mencionar. Bueno, también por el vodka. Ya ni recuerdo lo que he bebido.

Me siento en una de las hamacas que hay en el jardín y me tumbo para mirar las estrellas. Ya casi han llegado las navidades y hace frío, pero desde pequeña, adoro salir al jardín de casa y ver las estrellas, sea cual sea la época del año.

-¡Esther!

Escucho que alguien me llama pero no me giro para ver quien es, porque siento que si me giro, voy aa vomitar todo lo que he comido y bebido.

Le miro y sonrío cuando se pone de cuchillas delante de mí. Me abraza con fuerza y siento unas arcadas que no puedo reprimir y vomito.

-Lo siento, tus zapatos... yo... soy idiota-digo apoyando los codos en las rodillas y escondiendo la cara entre mis manos.

-Sabes que beber mucho no te viene bien, eres deportista tienes que cuidarte-acaricia mi espalda con cuidado y se quita los zapatos. Me relajo y me retiro el pelo de la cara mientras le miro con una sonrisa de agradecimiento.

Se quita su chaqueta y me la pone sobre los hombros. Parece haberme leído la mente, pues estoy helada de frío.

-Respecto a lo que me dijiste el otro día, fue precioso, de verdad. Nunca me habían dicho algo así-se sienta a mi lado y me rodeo la cintura con su brazo a la vez que yo apoyo mi cabeza en su hombro.

-Es lo que realmente siento. Y tú, ¿qué sientes?

Me acerco lentamente a él hasta sentir su respiración muy cerca de mí, deposito un suave beso en sus labios y hundo mi cara llena de lágrimas en su pecho.

-No lo sé-susurro-.

No me digas que me quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora