Abro lentamente los ojos y noto como me siento débil, cansada y un poco confusa. Alguien entrelaza su mano con la mía y yo le correspondo con una tierna sonrisa.
-Cariño, ¡gracias a Dios que estás bien!—dice visiblemente emocionada.
-Mamá-susurro-, ¿dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
-Estamos en el hospital. Mientras entrenabas ayer te desmayaste, un chico de fútbol te ha traído-dice mientras acaricia mi despeinada melena castaña.
-¿Y dónde está ese chico? Quiero verle- digo con un débil hilo de voz, pero con mucha seguridad.
Me imagino que se trataría de Alberto. La última imagen nítida que recuerdo es verle como me tomaba en brazos y comenzaba a llorar. Sólo él se preocuparía por mí después de como le había tratado el día anterior en los vestuarios. Ahora me sentía arrepentida...
-Bueno, ese chico me ha comentado que se llama Alberto y me dijo que cuando estuvieses bien le llamasemos-dice algo intranquila-. Por cierto, ¿dónde estaba tu entrenador?
-¿A qué esperas para llamarle entonces mamá? Si estoy aquí es gracias a él-digo enfadada-. Y respecto a Miguel... no quiero ni verle, se fue cuando empezó a llover, yo estuve más de media hora entrenando sola.
-Está bien, aquí me dejó su número, toma tu móvil y llámale. Yo mientras tanto voy a hablar con el médico y a arreglar los papeles de tu ingreso, pasarás aquí una semana aproximadamente.
Marco el número de teléfono que me había dado mi madre con mucha ilusión, no sin antes haberlo añadido a mi lista de contactos.
-¿Sí, quién es?
-¿Alberto? Soy Esther. Te llamo desde el hospital-digo muy nerviosa al escuchar su voz.
-¡Pequeña!-exclama-. No he dormido en toda la noche pensando en que podía perderte...
-Tranquilo-digo en un inútil intento de reprimir un sollozo-. Ven a verme, te lo pido por favor. Voy a estar aquí una semana y te necesito.
-Enseguida voy, nos vemos—dice apresurado, sin darme opción a añadir nada más.
No puedo contener las lágrimas y comienzo a llorar. Quizá por la emoción de que Alberto estuviese preocupado por mí, por la tristeza de tener que estar encerrada en el hospital durante una semana o porque Miguel no se hubiese preocupado por mí. O por las tres cosas.
-¿La señorita Esther Pérez?-dice una chica muy guapa de cabello rubio y ojos grises. No recordaba haberla visto nunca en la vida.
-Sí, soy yo-titubeo un poco desconfiada.
-Tranquila, no se preocupe. ¿Puedo pasar? Vengo a traerle un regalo.
-Oh, por supuesto.-digo intentando parecer serena después del susto del primer momento.
Aquella joven traía un gran ramo de flores y una cajita de bombones con forma de corazón. Las coloc en una jarra con agua que había en la mesilla y me da una tarjeta que había en su interior.
-Espero que le guste, la persona que las ha elegido me ha dicho que eran para una chica muy bella, y no se ha equivocado.¡Buenos días!-muestra una amplia y blanquísima sonrisa y cierra la puerta con cautela.
No pude resistir ni un sólo segundo más, así que abro la cajita de bombones y tomo uno con forma de corazón. Realmente delicioso. Cojo la tarjeta y comienzo a leerla, dice así :
A la jovencita más luchadora e incansable que conozco:
¡Hola mi pequeña! Después de tu llamada en la que me decías que estabas bien, recordé lo que te gusta el chocolate, así que bajé al supermercado a comprarte los bombones que más te gustan. También sé que eres muy romántica, y enseguida llamé a mí amiga Marisa de la floristería para que te entregase un precioso ramo de rosas rojas-miré mi precioso ramo y comencé a llorar-porque te lo mereces más que nadie en el mundo. La idea de perderte me aterra, ojalá no te vayas nunca de mi lado gruñona, eres perfectamente imperfecta. Nos vemos pronto pequeña, ¡TE QUIERO!
-¡Alberto!-grito pensando que estoy sola en la habitación con la cara totalmente llena de lágrimas-en cuanto te vea voy a..
-¿Vas a qué?-dice una voz ronca y enfadada desde la puerta.
No, no puede ser. ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí?
ESTÁS LEYENDO
No me digas que me quieres
Novela Juvenil{COMPLETADA} -Soñaré contigo entonces, princesa. ¡Te quiero!-grita. -No me digas que me quieres o me veré obligada a besarte hasta que digas lo contrario-digo intentando parecer seria, aunque no puedo aguantar la risa más de dos segundos. Esther...