Capítulo 31

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Trago saliva con dificultad y reprimo las ganas de vomitar y de huir. Lo único que me consuela ahora mismo es que la mano de Alberto me sostiene y me da el vigor que necesito para mantenerme en pie, ahí, con la mirada fija en alguien que tanto daño me ha hecho. Tiro un poco de su brazo hacia abajo y él me mira confundido. Muevo los ojos hacia la derecha y logra comprender mi aturdimiento cuando Miguel cruza su mirada furiosa con la suya.

Me arrastra hasta la cocina y con las manos en la cintura, me eleva, me sienta en la encimera y coge mi cara entre sus manos, con una sonrisa dulce y tierna que hace que por un momento me relaje. Me abre un poco las piernas y se coloca entre ellas.

-¿Quieres que nos vayamos? Hay muchísimos sitios a los que podemos ir y en los que estés más cómoda-dice poniéndose serio, y por una fracción de segundo, puedo ver su corazón frágil y roto, y el miedo que siente porque yo pueda estar desprotegida.

-No, cariño-digo abalanzándome a sus brazos, que me acogen con calidez-. Nos quedaremos, y lo vamos a pasar muy bien.

Casi simultáneamente, apoyo mi barbilla en su hombro y él, la suya en el mío, y cuando nos separamos, le dedico una sonrisa tranquilizadora.

-No voy a dejar que un idiota nos arruine la noche, así que ahora mismo, vas a traer dos copas y vamos a brindar por el magnífico año que acaba de llegar.

Entrechocamos nuestras copas y las dejamos sobre una pequeña mesita para sellar nuestros labios en un pequeño beso. Cuando me separo de él, me pone la mano por la nuca y vuelve a pegarme a él, introduciendo en mi boca todos sus miedos a modo de un intenso beso que concluye con un leve roce de su nariz contra la mía.

Me coge de la mano y salimos al salón, donde no cesan las presentaciones, hoy ya como pareja formal. > dice el anfitrión de la fiesta, al que ya conocía de vista de la última vez. Me entusiasma enormemente estar junto a él, y ahora más que nunca con la seguridad de querer pasar con junto al hombre de mis sueños todo el tiempo que pueda.

Me sirvo una segunda copa y me siento en el sillón de cuero blanco en forma de L, desde el que puedo observar lo bien que le sienta su traje negro. Me dejo caer en el respaldo y una mano fría se desliza por mi cuello, haciendo que dé un respingo y me gire rápidamente para ver quien es.

-¿No se supone que estabas en Cataluña?-digo mirándole con desprecio.

-Se suponía, pero ya ves, estoy aquí.

Le fulmino con la mirada y me alejo de él a paso ligero. Casi sin darme cuenta, la casa se ha llenado de gente y no consigo ver a Alberto por ningún lado. Subo las escaleras y al llegar arriba, me quito los zapatos y los cojo en la mano. Me pego a cada puerta y escucho, hasta llegar a la tercera, en la que reconozco su voz y la de otro hombre más. Sé que poner la oreja en conversaciones ajenas está muy mal, pero es lo que menos me importa ahora mismo.

-¿Y tú la quieres?-pregunta el otro chico, cuya voz identifico como la del chico que nos abrió la puerta.

-Claro que la quiero, pero tengo miedo de volver a perderla. Hay trece años de diferencia entre nosotros y eso lo hace un poco más difícil. Estoy totalmente seguro de que quiero estar con ella. Al principio de conocerla, creí que sería una más, ya sabes, no soy bueno para las relaciones serias, pero ella ha puesto patas arriba mi vida y le ha dado la vuelta a todo-dice Alberto muy seguro de sus palabras.

-Entonces, hazme caso, no la dejes escapar. Se nota a la legua que está enamorada de ti. Y por lo que veo, tú de ella. Nunca nos habías presentado a nadie como tu novia.

El labio superior me tiembla y me tapo la boca para evitar que me escuchen. Nunca imaginé que esto pasaría.

Se me viene a la mente el primer día que le vi, a principios de esta temporada. Nunca había coincidido en ningún entrenamiento con los de fútbol, pero la primera vez, cuando ascendí de categoría, entré en los vestuarios a cambiarme y allí estaba él, hablando con sus compañeros y señalando algo en la pizarra blanca. Me miró y sonrió ampliamente, y al final del entrenamiento, se acercó a mí para darme la enhorabuena y decir que llegaría lejos en lo mío. Creo que es el hombre más impactante que había visto nunca.

No me digas que me quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora