Capítulo 2.

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*Dedicado a mis princesas sin corona, gracias por apoyarme y por darme ánimos para seguir.

Un ruido asquerosamente familiar me despierta de mis profundos y dulces sueños, el despertador, como no. Las 7:45 de un viernes frío de invierno. Como odio las mañanas de viernes, cuando a primera hora tenemos educación física. Me pongo la ropa deportiva más cómoda y abrigada que encuentro y me voy a la parada de autobús, dónde me esperaba mi amiga Irene, con quien voy todos los días al instituto.

-¡Buenos días chicos, hoy tendremos clase alternativa!-dice la profesora, a la que odio inmensamente-. Viene el equipo local de fútbol a dar una charla, tendréis media hora de clase oral y la otra media, clase práctica.

Con aquel frío, es lo que más agradecería en ese momento. Me dejaría dormir en medio de la charla y cuando tuviésemos que jugar a fútbol, diría que no me encontraba muy bien.

Entramos en la sala, donde se estaba de maravilla. Mi sorpresa fue que frente a esa mesa, no había otra persona para dar la charla más que Alberto y su entrenador. ¡¿Qué?! No podía ser. Despierto repentinamente. Mi cara de adormilada se esfuma en cuestión de un par se segundos, y le miro con cara de odio, a lo que él me responde con un guiño y una de sus sonrisas perfectas. Me encanta, no puedo negarlo.

-¡Esther! ¿Qué haces ahí parada? Muévete, te he dicho que te sientes ahí delante en primera fila.

Resoplp. Él me mira con cara de satisfacción y de victoria, y me saca la lengua.

-Tía, está muy bien el futbolista eh.. Mira que ojazos y que sonrisa.

-Irene, calla que asco. Es un idiota.

-Te está mirando, te pone ojitos, mírale.. En serio, creo que me acabo de enamorar -dice mi amiga poniendo los ojos en blanco.

-Ya te he dicho que no tengo interés ninguno en él. No pienso mirarle.

-Oye tía, esta noche abren una nueva discoteca, es para mayores de 16 años pero bueno, a ti te quedan cinco meses y a mí ocho para cumplirlos, conozco al que está en la puerta así que nos dejará pasar seguro.

-No me apetece mucho salir pero bueno, lo haré por ti. Llama también a Paula, quedamos a las 11 en la puerta de tu casa. No seas tardona, y no te pongas muy guapa, deja algo para las demás -saco la lengua.

Las dos comenzamos a reír, olvidando por completo que estamos en mitad de una clase.

-Señoritas, ¿algún problema?-dice la profesora enfadada-. Decidnos que os hace tanta gracia, todos queremos reírnos.

Alberto esboza una sonrisa y se tapa la boca con la mano para evitar que le vea su entrenador.

-No es nada profesora, simplemente empecé con la risa floja y Esther también, se nos contagió.

-Sí profe, simplemente eso. -digo mientras aprieto con fuerza la mano de mi amiga, intentando aguantar la risa.

-Siempre igual.. Vamos, acompañadme fuera, jugaremos un partido.

-La chica morena de la risa y aquellos de allí formarán parte de mi equipo, y los demás al de la profesora-dice Alberto mientras pasa su brazo por mis hombros.

Me remuevo incómoda bajo su brazo, pero no le aparto de mí. Le miro desagradablemente y murmuro en voz baja.

-Imbécil-digo con una pequeña sonrisa.

No me digas que me quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora