Capítulo 21

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*A ti, que sabes llevarme por el buen camino<3

Abrí la puerta del baño sigilosamente y con un giro rápido, me colé en la habitación.

—Esther, ¿Qué haces?—dijo Alberto intentando abrir la puerta.

—No creo que seas capaz, tengo echado el pestillo.—reí—Necesito que me des diez minutos, por favor, sólo eso.

—¿Pero de verdad no te ocurre nada?

—No, te lo prometo. Quédate tranquilo en la cama y ten paciencia.

Abrí el grifo de la bañera para que se llenase y mientras tanto, comencé a encender velas que distribuí por toda la habitación. Eché sales en el agua y cuando todo estuvo listo, quité el pestillo de la puerta, me desvestí y me metí dentro del agua, caliente y con mucha espuma.

—Puedes pasar—grité con la voz temblorosa.

Recorrió con la mirada toda la habitación y por último, me miró durante un par de segundos.

—Pequeña, eres la mejor—dijo sonriente.

Comenzó a desvestirse lentamente y noté como mis mejillas se ponían muy rojas. Le miré de arriba a abajo y me tapé la boca con ambas manos.

—¿Así que hoy conoceré al verdadero Alberto? Pues adelante, estoy preparada.

Se introdujo lentamente en el agua y se sentó frente a mí. Tiró de mis muñecas para colocarme encima de él y comenzó a besarme el cuello con lentitud. Cerré los ojos e intenté centrarme en él, pero me resultó muy difícil. Imposible. Me muerde la oreja y gimo débilmente. Me coge la cara con ambas manos y me sujeta por el mentón, de manera que quedo frente a él.

—¿Tú me quieres?—me dice serio.

—¿Por qué me lo preguntas? Claro que te quiero, y mucho.

—Estabas en tu mundo, parece que no quieres nada.

Le pongo ambas manos detrás del cuello y coloco mis piernas alrededor de su cadera. Me acerco a su cuello y comienzo a besarle poco a poco.

—Hazme tuya—le susurro entre risas.

De repente, pega su cuerpo al mío con fuerza y comienza a besarme. Un gran escalofrío recorre mi columna vertebral. Comienza a adentrarse en mí, lentamente para después ir subiendo el ritmo.

Salgo de la bañera con cuidado de no resbalar y de espaldas a él, me pongo el albornoz.

—Cuando termines, me avisas.

Camino hacia la puerta y él se levanta mientras la espuma escurre por su cuerpo. Le miro y vuelvo a ruborizarme. Giro la cabeza levemente.

—Espérame en la cama—dice mientras se acerca a mí. Pone sus manos en mis nalgas y me lleva hasta su cuerpo, depositando un beso en mi frente y acariciándome el pelo.

Salgo de la habitación y me dejo caer en la cama de espaldas. Me acerco a la mesita de noche y cojo mi móvil. No le he respondido a Miguel por miedo. Tengo mucho miedo. Sencillamente, porque no quiero sentir algo superior a lo que siento por Alberto. Vuelvo a escuchar esa canción llena de recuerdos. Esa canción. NUESTRA canción.

Me dirigí al armario y cogí una camisa blanca de Alberto. Me la puse y metí en la cama, tapándome hasta la cabeza con las mantas.

***

Una brisa de aire frío recorrió mi cuerpo, dando lugar a un gran escalofrío. Abrí los ojos lentamente y miré por la ventana. Algunos rayos de sol intentaban abrirse paso entre las nubes grises tímidamente. Observé a mi derecha el reloj digital, que marcaba las 9:18. Aquella era, sin duda, una de las mañanas más frías que recordaba. Estaba sola en la cama, pero aún podía sentir el calor de Alberto, y su perfume en la almohada.

No me digas que me quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora