Epílogo

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El momento de mi entrada en el aeropuerto transcurre casi a cámara lenta. Parece mentira, algo irreal. Hace un momento estaba saboreando sus labios y ahora me alejo de él a pasos agigantados. Alberto, mi Alberto. Mi gran amor, la primera persona de la que me he enamorado.

Mi padre me lleva agarrada del brazo porque ya he intentado escaparme, sin éxito, un par de veces.

Nos subimos al avión y me siento de mala gana, al lado del pasillo. Los ojos aún me escuecen y si lo pienso, me dan ganas de volver a llorar.

Todavía no me puedo creer que mi padre me esté haciendo esto. Cambiar mi vida así, de repente. Me echo el pelo hacia atrás y resoplo. Ni siquiera sé adónde voy o el tiempo que estaré fuera, sin poder ver a Alberto, a Miguel, a las chicas...

Me froto los ojos deseando que todo sea un sueño, deseando poder despertar en la cama, en los brazos de Alberto, otra vez en el hotel, pero no.

-Señorita, debe abrocharse el cinturón-dice una azafata que se acerca

excesivamente a mí. Levanto la cabeza y ahora sí que deseo realmente que todo sea un sueño.

-Que te den, idiota-murmuro entre dientes.

-Esther... ¿vas a viajar? -dice la voz de Ana, novia de Miguel, con tono provocativo.

-Contigo se cumple eso del tópico de las rubias tontas, ¿verdad? Déjame si no quieres que te deje en evidencia delante de todo el mundo.

-Malcriada-murmura de mala gana mientras sigue adelante por el pasillo.

Le dedico una última mirada de desprecio a mi padre antes de ponerme los auriculares y ahogarme en un mar de recuerdos y de llanto, con todas las canciones que acompañaron los buenos momentos vividos con Alberto como banda sonora.

Y así, entre mis lágrimas y las estrofas de Emborracharme, con la presión en el estómago del despegue, me quedo dormida sin saber que me deparará el futuro y que voy a encontrarme al bajar de este maldito avión.

No me digas que me quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora