Capítulo 3. Part 1.

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Llegaron al St. James al cabo de un rato. El banquero dejó el coche en el aparcamiento del restaurante, le abrió la puerta y la condujo con decisión al interior del local. Nada más poner un pie dentro, _____ sintió un retortijón en el estómago. Tal como se había imaginado el St. James estaba lleno de parejitas que se susurraban y sonreían a media luz. No es que esto la disgustara especialmente, pero hablar de negocios rodeada de una atmósfera romántica con un hombre que le resultaba de lo más perturbador, hacía que su corazón se disparara a mil por hora.

El maître los guió hasta la mesa que tenía reservada y _____ volvió a notar una sacudida en el estómago. Era la que estaba más apartada y oculta del restaurante. Y de pronto tuvo el presentimiento de que estaba a punto de caer en una trampa.

El banquero le retiró la silla para que se sentase y luego tomó asiento en el extremo opuesto.

-Bueno señor Oh, creo que ya me puede decir usted en lo que ha pensado para ayudarme. Porque puedo contar con su ayuda ¿verdad? -le preguntó para asegurarse.

Él saboreó con calma el vino que había elegido, se pasó la servilleta de tela por la comisura de los labios y la miró fijamente.

-Por supuesto que la ayudaré. Pero como ya le adelanté en mi despacho puede que mi idea no la termine de convencer.

_____ se puso en guardia.

-¿A qué se refiere? -preguntó cargada de recelo.

Él sonrió de forma maliciosa.

-Verá, he hecho un par de llamadas a mis superiores y he conseguido que le aplacen el desahucio. Y además he conseguido que pueda pagar lo que debe en cómodas mensualidades.
-Oh, ¡pero eso es maravilloso! -celebró ella con una sonrisa exultante.
-¿Sí, lo es? -coincidió con sarcasmo-. Pero sigue existiendo algo que me preocupa.
-¿El qué?
-¿Cómo piensa hacer frente a esas mensualidades? No tiene usted ningún trabajo con el que pueda hacer frente al compromiso y mantenerse.
-Lo cierto es que yo nunca he trabajado -confesó con cierto pudor. Después levantó la mirada de la mesa, vio que a él no le sorprendía su comentario, y su vergüenza se convirtió en rabia-. Señor Oh, sé lo que está pensando pero si tengo que buscar un empleo para pagarle lo haré sin problemas -añadió con altivez.
-Me alegra verla tan decidida, aunque por otro lado creo que peca usted de optimista.
-No le comprendo.
-Permítame que sea sincero pero he conseguido su vida laboral y he comprobado que... está totalmente vacía.

Alexia lo miró indignada.

-¿Cómo la ha conseguido? ¿No se supone que es información confidencial?

Él esbozó una sonrisa sardónica.

-Señorita Jung, le sorprendería hasta donde llega mi poder -le aseguró en un susurro profundo.

Y _____ se sintió como un ratoncito bajo las garras de un gato.

-Además -prosiguió-, de alguna manera tenía que asegurarme que es usted de fiar.
-Tiene gracia que me lo diga un banquero -le soltó sin pensar.

Pero el señor Oh, lejos de enfadarse, dibujó por primera vez una sonrisa sincera. Había echado de menos esa lengua viperina.

-El caso, señorita Jung, es que también he podido comprobar que no terminó sus estudios en la universidad. Lo cual es alarmante, pues solo puede usted optar a los puestos más básicos; camarera, cuidadora de niños, empleada del hogar...

_____ estiró el cuello y lo miró con altivez.


-Bien, pues si tengo que poner cafés o cambiar pañales lo haré con tal de no perder mi casa -objetó muy digna.

Amor a Débito ||Sehun y tu||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora