Capítulo 9. Part 1.

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Cuando aparcó el coche en el garaje, comprobó que la joven seguía profundamente dormida. Realmente parecía tan débil como un cervatillo recién nacido y eso le conmovió más de lo que quería admitir. _____ parpadeó medio adormilada cuando notó que él la alzaba en brazos. Pero el banquero siguió andando sin hacer caso a sus quejas.

Luego metió la llave en la cerradura, abrió la puerta y la depositó con cuidado en el suelo. Ella observó asombrada lo que le rodeaba. Su apartamento. Estaba nada menos que en el refugio personal del banquero, donde dormía, comía, veía la televisión, leía sentado en el sillón. Y se le hizo interesante imaginarlo haciendo todas esas cosas normales. Se le antojó divertido, incluso. Lo sintió más humano y menos perverso.

Se separó de él y recorrió el salón por su cuenta. El piso estaba decorado con estilo minimalista y los colores que predominaban eran el blanco y el negro. Al fondo de la estancia había una cristalera enorme desde donde se podía contemplar toda la ciudad. Al lado de la ventana había un jarrón alto de color arena. _____ sonrió satisfecha. Era ideal para arrojárselo a la cabeza.

Pero no era el único elemento decorativo. Encima de la mesita oscura del café había un plato cuadrado con un juego de velas de distintos tamaños. El mueble principal tenía una televisión de plasma gigante, y entre sus repisas destacaban unas bolas plateadas en conjunto con los tiradores de las puertas. De las paredes colgaban cuadros de arte abstracto y colores fríos. En otra mesa había un gran jarrón de cristal ahumado.

_____ siguió recorriendo el apartamento y observó el sofá blanco, el sillón giratorio de cuero, los puffs negros, las lámparas colgantes con forma de bolas blancas. Sí, desde luego era el apartamento de un hombre con buen gusto. Un hombre metódico, distante y gélido.

-Subamos, te enseñaré la habitación de invitados -le pidió tendiéndole una mano.

_____ se la cogió con cierta timidez y le acompañó escaleras arriba. Pero no era el único impresionado con la situación. Ella había notado al banquero mucho más retraído, más apagado, y se dio cuenta de que estaba intentando disimular su nerviosismo.

Sehun abrió la puerta de la habitación de invitados y la hizo pasar adentro. Después sacó una camisola del armario y se la tendió encima de la cama.

-Quítate ese abrigo y ponte esta ropa, estarás más cómoda. Y ahí tienes un baño en el que podrás asearte -le indicó, señalando con la cabeza la otra puerta que había en la habitación.

_____ se acercó a la cama y observó el enorme camisón de raso blanco.

-Vaya, veo que tu amante estaba algo rolliza -comentó con celosa maldad.
-Ese camisón es de mi madre. Se queda aquí cuando viene a la ciudad.
-¡Lo siento! -exclamó avergonzada- No pretendía...
-Olvídalo, siempre fuiste una bocazas -manifestó irritado.

_____ se quedó boquiabierta mientras lo veía salir de la habitación. ¿Por qué siempre le hablaba como si la conociera de toda la vida? Decidió no darle más vueltas y corrió al baño para darse una ducha. Luego salió de la habitación con el cabello húmedo recogido hacia atrás y el camisón que le llegaba hasta las rodillas. Caminó descalza hasta el fondo del pasillo, donde se encontraba el dormitorio del banquero. Abrió la puerta con suavidad y asomó la cabeza con timidez. Él estaba echado sobre la cama, con la camisa del pijama entreabierta y el mando del televisor en la mano. Al parecer también se acababa de duchar.

-Hola -lo saludó con una sonrisa cohibida.

Sehun había dejado de hacer zapping en la tele y la observaba detenidamente.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó sorprendido.
-En el coche dijiste que querías más -contestó con una sonrisilla entre traviesa y ruborizada.
-No hablaba en serio -replicó en un tono mustio.
-Pues yo te creí.

Se miraron por unos segundos sin decir nada. Ambos tenían la sensación de que estaban a punto de atravesar una barrera muy grande. Una barrera que al ceder, iba a dejarlos expuestos el uno ante el otro.

_____ fue la primera en dar el paso y cruzó el umbral de la habitación. Ahí estaba la parte más intima de la casa. La parte más privada del banquero. Donde casi nadie más había tenido acceso. Y ahora ella era una de esas pocas privilegiadas.

Apreció que su dormitorio también estaba decorado con buen gusto masculino, pero con la misma frialdad del resto de la casa. La colcha de la cama sobre la que yacía Sehun era de raso negro, los cojines negros y el canapé blanco. La mesilla y el cabecero también eran blancos y negros. Incluso la lámpara y el reloj que había encima de una mesita eran blancos y negros. Las paredes estaban pintadas de un gris perla. Sobre los pies de la cama había un paño verde pistacho que daba un punto alegre al entorno, y encima del cabecero de la cama había un cuadro gigante del Guernica de Picasso.

Amor a Débito ||Sehun y tu||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora