Capítulo 22.

1.6K 109 0
                                    

-Sí, Sehun, ya sé que te hice daño y la fastidié, pero estoy dispuesta a recompensarte por lo que te he hecho. Dame otra oportunidad. Solo quiero recuperar a mi amigo Hunne y salvar al hombre del que estoy enamorada.
-Tengo que colgar.
-¿Me oyes Oh Sehun? ¡Te quiero! Te quiero a ti y a Hunne. ¡Os amo a los dos por igual!
-Tengo que dejarte, _____ -repitió desencajado por el dolor.

Sentía la garganta como si se hubiera tragado un ladrillo.

-Está bien, Sehun, te daré tiempo. El tiempo que necesites. Y cuando te sientas preparado, aquí estaré. Te quiero -volvió a repetir bajito.

Cada vez que lo decía se sentía más liberada.

Pero Sehun no contestó. Dejó caer el móvil al suelo y escondió la cabeza entre sus brazos. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Pasar página y olvidar? Llevaba tanto tiempo alimentando su odio que le resultaba imposible empezar de cero. Lloró como un niño hasta que no le quedaron fuerzas ni lágrimas para seguir haciéndolo.
«Te quiero», le había dicho ella como el que saca una escopeta y dispara al aire.

Sehun se incorporó de un salto, se puso una camiseta, unos pantalones cortos, unas zapatillas y salió a correr. Notó el frío de la madrugada en sus brazos desnudos y en sus piernas .

Pero lo agradeció. Necesitaba aire. Necesitaba un estimulo fuerte con el que distraerse.

Dobló la esquina de la calle y se adentró por el paseo del muelle. «Te quiero», la volvió a escuchar en su mente. Se concentró en como sus pasos acelerados retumbaban sobre la tarima de madera y como las olas rompían suavemente contra las rocas. «¿Me oyes Oh Sehun? Te quiero». Siguió corriendo por la avenida que bordeaba la villa marinera y las casas flotantes de madera. La luz del faro lo cegaba por momentos. El olor de las algas se filtraba por sus fosas nasales. Más estímulos. Necesitaba más estímulos. A lo lejos se vislumbraban las luces de los edificios de la ciudad. El sonido de un pesquero rompía en el silencio de la noche. La brisa mecía la copa de los arbolillos que rodeaban el paseo. «Te quiero a ti y a Hunne.»

¡Mierda! Fatigado, perdió el equilibrio y cayó de rodillas en la arena. Tenía la vista borrosa por las lágrimas y apenas vislumbraba las luces de la costa pero escuchaba con total claridad los latidos acelerados de su corazón. De pronto se desataron en su mente imágenes que creía olvidadas. Imágenes de cuando aún era un niño con razones para sonreír, y se vio junto a _____ haciendo los deberes, jugando en el jardín con la pelota, compartiendo un helado de chocolate, discutiendo por el mando del televisor. Vio a _____ con una mirada ceñuda de esas que solía poner cuando la hacía rabiar o le tomaba el pelo, la vio sonriendo con la boca manchada por el helado de chocolate, la vio enrabietada por haber perdido contra él a las chapas, la vio llorando, riendo, dormida. Vio a su amiga de mil formas distintas y en ninguna de ellas vio ya a la _____ perversa y cruel que disfrutaba humillándolo. Sehun había recuperado los buenos recuerdos de una infancia que creía olvidada.

Pero entonces también evocó al chico desvalido que buscaba en la basura para poder comer, el que lloraba por las noches cuando su madre lo dejaba con la bruja de la vecina para trabajar en el club. Vio al Sehun adolescente y problemático, el que participaba en timbas ilegales, el que se metía en peleas, el que robaba para ponerse hasta el culo de coca y alcohol, el que se estrenó con una prostituta compañera de su madre. Y por último se vio en aquella horrible noche, acurrucado en un rincón mientras la sangre del hombre que acababa de matar se extendía en un charco hacia sus pies.
De repente la ira volvió a apoderarse de él y empezó a lanzar puñados de arena al aire.

-¿Eh Sehun, qué haces aquí solo? -le interrumpió una voz cascada -. ¿Ya la has vuelto a cagar?

Sehun giró la cabeza en dirección a las carcajadas y vio a la vieja que lo había cuidado cuando era joven.

-Piérdete -le espetó con desprecio.

La mujer dejó de reírse y le fulminó con la mirada.

-Eres un desagradecido como tu madre. ¿Quién te cuidaba mientras ella se iba al club, eh? Puede que ahora tengas mucho dinero. Pero para mí siempre serás ese chiquillo sucio y piojoso -replicó con resentimiento.
-Que te den. Siempre fuiste una zorra frustrada. ¿Llamas cuidar a encerrarme en un cuartucho maloliente y alimentarme con sopas de sobre? Ten -dijo arrojándole unos cuantos billetes de su cartera-. Date por cobrada, vieja bruja, y sal de mi vista.

La mujer recogió el dinero y abrió los ojos al ver la cantidad.

-Bueno, esto no recompensa todo lo que hice por ti, pero al menos es más de lo que me dio la señorita Jung -sonrió complacida.

Sehun se giró lentamente y clavó sus ojos oscuros en la vieja.

-¿Qué has dicho?

_____ se situó frente el espejo y comprobó su imagen por enésima vez. Había escogido un vestido negro que marcada cada una de sus curvas y llevaba unos taconazos de nueve centímetros que hacían sus piernas parecer infinitas. Se giró un poquito, observó su trasero perfectamente entallado y redondo, y sonrió satisfecha. Sí, no había duda de que ese era el vestido perfecto. Recordó el día que también se había puesto guapa para seducir al banquero. Solo que por aquel entonces estaba en juego su casa y ahora todo cuanto le importaba era él. Terminó de cepillarse su melena larga y rubia, se aplicó un poco más de lápiz labial rojo, se echó unas gotitas de perfume en el cuello y salió de casa lista para matar. Para matar al banquero de un infarto.

Amor a Débito ||Sehun y tu||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora