Capítulo 17.

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Ciudad de México, 8:10 a.m.

Juliana sintió el sol alumbrar su cara e inconscientemente se talló los ojos dando un bostezo muy grande, abrió los ojos lentamente mirando el techo, frunció el ceño al sentir un peso sobre su muslo, miró y era la mano de Valentina, sonrió al recordar la noche pasada, no fue una gran noche pero pasar el tiempo con la ojizaul lo arreglaba todo. Los tubos de respiración de Valentina molestaban las costillas de la morena, se podía escuchar el pequeño pitido que sonaba, la ojizaul respiraba lento y pausado.

Se movió lentamente para no despertar a la castaña, solamente movió la nariz como un pequeño conejo lo cual hizo sonreír a la morena, se levantó y se dirigió al baño para lavar sus dientes.

Una vez lista, se puso su ropa y miró su celular, la ojizaul aun tenía un profundo sueño, se había acomodado por toda la cama abrazando una almohada, Juliana notó tres mensajes de su padre en el buzón de voz, miró por última vez a Valentina y salió de su cuarto.

Miró en el pasillo hacia ambos lados fijándose que no hubiera nadie, había un silencio por toda la casa, cuando lo confirmó puso play.

—Juliana... el alacrán ha sido enviado a la cárcel, se que estás con Valentina, León me lo dijo. Mañana te quiero temprano en la comisaría...¡diablos!—se escucharon dos disparos, Juliana saltó sorprendida dándole play rápidamente al siguiente mensaje de voz.

—No dejes que las encuentren, niña...—se oía la voz cortada de su padre. Le dio play al siguiente mensaje.

—A ti y a Valentina, las están buscando, tienes que irte de esa casa, ahora mismo, lleva a Silvina contigo, ella las protegerá—se escuchó un suspiro fuerte de Macario.

Juliana abrió los ojos y marcó al número de su padre... buzón de voz, claro. No entendía nada, bajó por las escaleras apresurada pero se encontró con Lucía quién estaba recostada sobre el sillón mirando la vista al jardín.

—¿Te vas tan rápido?—preguntó aún sin mirarla. Juliana asintió pero negó con la cabeza rápidamente.

—No, no—se rascó la cabeza acercándose un poco—estoy buscando a Silvina, creo.—frunció el ceño—¿sabes dónde está?—miró a todos lados.

—Debe de estar en la cocina preparando el desayuno—sonrió—linda pijama—alzó una ceja al ver la tierna pijama de Juliana, se sonrojó.

—Oh, gracias pero no es mía, es de Val—se miró de arriba hacia abajo.—Bueno, gracias, iré con Silvina—dió un paso hacia atrás.

—Oye, espera—la detuvo la mayor parándose y acercándose a ella—gracias, por lo de ayer, sí no hubieran llegado ustedes, Valentina y yo estaríamos acabadas—suspiró.—Tu padre es muy valiente, quiero que le des las gracias de mi parte, es un hombre bueno—sonrió.

—Lo haré—dijo la menor caminando hacia atrás—gracias, me iré ahora.

Giró sobre sus talones y comenzó a caminar a la cocina esperándose encontrar con la pelirroja, aún estaba sonrojada por la pijama que Valentina le había prestado.

Miró por la cocina y no había rastros, se empezaba a preocupar aún más, no había ninguna señal de la señora, corrió al comedor u tampoco estaba ahí, sí última opción era el jardín, no tenía zapatos y salió con sus calcetines, dio un pequeño brinco cuando sintió que sus calcetines se habían mojado, genial. Suspiró y comenzó a caminar.

—Demonios, malditos jardines millonarios—se quejó al ver el estado en el que estaban sus pies, hizo una mueca—espero no enfermarme.

Un rato después había llegado a la alberca, ahí estaba el esposo de Silvina, se acercó lentamente.

—Buenos días, señor—saludó la morena.—Espero no interrumpir su trabajo, pero estoy buscando a su esposa, Silvina—asomó la cabeza esperando una respuesta. No hubo ninguna.—¿Hola?—se acercó aún más.

El señor terminó de cortar la última rosa y se paró mirando por primera vez a Juliana, tenía el ceño fruncido haciendo que la chica retrocediera 2 pasos.

—Ella no está—susurró dejando las tijeras dentro de la caja de herramientas—salió, dijo que iría a otro lado, fue anoche—regreso a las flores, ahora dándoles agua—no ha vuelto, supongo que vendrá más tarde, niña. Ahora necesito volver al trabajo y lograr que no me corran—sus ojos se habían vuelto más obscuros.

—¿Sabes algún lugar al que haya ido?—Juliana preguntó cruzándose de brazos, no iba a dejarse intimidar por él.—Podemos buscarla, ella estará bien. Es Silvina, a su edad ella maneja bastante bien sus movimientos, es una gran espía.

El señor negó con la cabeza lentamente.

—Nunca estuve de acuerdo en aceptar este trabajo, no es seguro para nosotros. Ya somos personas grandes, ya no trabajamos como antes, mi esposa y yo éramos los mejores—sonrió recordando—y me preocupa que no haya vuelto, Silvina nunca tarda, no puedo hacer nada—se encogió de hombros—tienes que buscarla, Juliana.

—De acuerdo, yo lo haré—asintió—sólo una cosa, si llega aquí antes, ¿podrías decirle que me llame? Es urgente—dijo antes de marcharse hacia la casa.

Un fuerte ruido dentro de la casa hizo que corriera.
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—¿Juls?—una Valentina somnolienta susurró al no sentir nada a un lado de ella.—¿Juls?—repitió sentándose fuertemente, frunció el ceño al notar una leve picazón en su pulmón, su pecho comenzaba a doler, se paró rápidamente por sus pastillas pero cayó al suelo.

Comenzó a entrar en pánico, sus rodillas estaban débiles, el dolor en su pecho crecía aún más, le faltaba el aire, quería gritar pero no podía, comenzó a toser fuertemente escupiendo flemas, todo estaba pasando, trató de ponerse de pie aferrándose a lo que fuera pero simplemente volvió a caer dándose un fuerte golpe en la cabeza. Tocó el lugar donde se había pegado y era sangre, quería desmayarse en ese mismo instante pero unos brazos la sostuvieron, no podía escuchar nada, sus ojos se entrecerraban. Le faltaba el aire.

—¡Val! ¡Val! Dios mío—decía la morena al borde de las lágrimas—¡Guille! ¡Ven ahora mismo!—gritaba, Valentina sonrió y todo se volvió negro.

Cámara Oculta- Juliantina. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora