Capítulo 31.

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—¿Eva?—Adriana frunció el ceño al ver a la peli negra viniendo hacia ella, dejó de hacer lo que estaba haciendo, escribir unas cosas en su libreta.

—Buenos días Adriana—saludó cordialmente ofreciéndole su mano, la enfermera la aceptó gustosamente—espero no haberte molestado, solamente necesito preguntarte si sabías dónde estaba mi hermana, no es tu responsabilidad pero quiero saber si ha pasado por aquí—la miró alzando una ceja, Adriana negó con la cabeza.

—No, no la he visto por aquí—se encogió de hombros—solamente vi a su amiga, Juliana. Me hizo un drama al venir aquí, pero ya no tiene importancia.—rió tranquilamente cruzándose de brazos, Eva sonrió.—Por cierto, Valentina no debería de estar sola mucho tiempo y menos con esa tal Juliana, no me cae mucho.

—A mi tampoco—hizo una mueca—bueno, gracias por preocuparme más, que tengas un lindo día. Hasta luego—se marchó a paso firme de ahí, Adriana rodó los ojos y regresó a su trabajo.
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—No se vayan de ahí—el hombre alto que escoltaba al alacrán las lanzó de nuevo a su celda sin importar la condición de la ojizaul.

Juliana se paró rápidamente para impedir que cerraran la celda. Pero no lo logró. Bufó golpeándola fuertemente.

—Uy sí, vamos a ir a otro lado eh—dijo en forma burlona, el hombre frunció el ceño—idiota.

El hombre se fue molesto con la morena quien no parecía importarle. Juliana se acercó a Valentina que cada hora y minuto empeoraba más.

—No te preocupes Val, vamos a salir de aquí—se acercó a ella para darle un pequeño beso en su frente, Valentina sonrió débilmente. Comenzaba a ensuciar sus ropas, llenas de tierra, las dos tenían moretones en los brazos debido a los jalones que les proporcionaban.

—Haz... lo que tengas que hacer—susurró la ojiazul—sácanos de aquí, tú eres muy fuerte Juls... confío en ti, no creo durar mucho, siento que no respiro y me duele—tomó su mano apretándola. Juliana asintió.

—Te quiero Val—se acercó a ella dándole un beso en los labios, corto pero bastante tierno.—Sabes, aún así te ves guapa, como siempre—cambió de tema tratando de distraerla del dolor.

—Tú igual—contestó comenzándose a dormir, cerrando sus ojos lentamente—tengo mucho sueño...—bostezó—y un poco de hambre para ser honesta—sonrió.

—Duerme Val, trataré de pedir comida. Recuerda... inhala y exhala—le recordó con una sonrisa, Valentina asentía repitiendo la acción, unos minutos después se había quedado completamente dormida.

Juliana tocaba la puerta con el anillo de su dedo provocando un ruido fuerte contra el metal repetidamente hasta que oyó una voz.

—¡Demonios, callen a esa niña!—gritó el alacrán, Juliana sonrió victoriosa. Unos pasos de acercaron alejándola del sitio, colocándose a un lado de su chica protegiéndola a cualquier daño.

Miró y el chico de ojos azules estaba ahí parado, tenía más rasguños que antes. Podía verse en sus ojos pequeñas lágrimas secas y un poco rojos.

—Dice que guardes silencio o vendrá por ti—susurró agachando su cabeza, tenía sus manos tras su espalda. Juliana se tomó el tiempo de mirarlo bien, sus pantalones llevaban tiempo usados, demasiado rotos y la playera de veía sucia y con mucho polvo, frunció el ceño al ver marcas de quemaduras sobre sus brazos, eran circulares y pequeñas.

—Eso es lo que quiero—respondió continuando con la acción. El niño tomó su mano desesperadamente negando con la cabeza logrando que parara. Juliana frunció el ceño alejando su mano.

—No lo hagas, por favor—suplicó mirándola a los ojos, otra vez el recuerdo... eran tan iguales a los ojos de Valentina, tenían los mismos rasgos faciales que incluso daba miedo.—Ellos van a lastimarme si no hago que pares... así que no lo hagas—volvió a negar con la cabeza. Respiraba pesadamente, asustado.

—Está bien, está bien—alejó su mano de la puerta quitándose el anillo— solamente tranquilízate, vas a estar bien—lo calmó, Santiago alzó la comisura de sus labios, Juliana notó el leve suspiro que soltó.—Eres muy pequeño para estar aquí, es muy peligroso.

Santiago hizo una mueca encogiéndose de hombros mirando sus manos.

—Creo que me acostumbré a esta vida— miró a Juliana—Soy huérfano, no se quienes son mis padres... debería de llamar al alacrán papá pero no es así, el me salvo pero solamente me trajo a un lugar donde solamente sufro—una lágrima cayó por su mejilla.
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—Reyna, Reyna—Lupe le tocó el hombro desesperadamente, Guille venía detrás de ella.

—¿Qué pasa Lupe?—preguntó preocupada—¿Estás bien?—le tomó de los hombros, Lupe asintió.

—¿Dónde está Macario? Necesito hablar con el urgentemente—dijo desesperada, Reyna asintió indicando que la siguieran y así lo hicieron. Entraron a la oficina donde el oficial estaba hablando por teléfono.

—Macario, necesitamos hablar urgentemente—dijo interrumpiendo su llamada. Macario seguía ignorándola—¡Juliana desapareció al igual que Valentina!—gritó desesperada. Macario la miró sorprendida colgando el teléfono.

—¿Qué has dicho?—miró a los dos confundido—¿Juliana desaparecida?—frunció el ceño.—¿Que no estaba en casa de su amiga Valentina?

—Eso pensábamos, Valentina debería de estar en casa de Juliana—habló rápidamente Guille.—No tenemos comunicación con ella desde anoche, y no exageramos que Valentina siempre se comunica con nosotros y no puede estar sola mucho tiempo.

"Iremos tras Juliana y Valentina, así que tengan mucho cuidado con ellas."

Mierda, mierda—susurró Macario enojado.—Ellos las tienen, tenemos que actuar rápido o las perderemos para siempre.

—¿Ellos?—Guille se asustó—¿De quienes hablas?—abrió los ojos.

—El alacrán, se escapó ayer por la noche. El me advirtió que irían tras ellas, en busca de venganza—susurró.

—¿Y por qué chingados no dijiste nada?—Lupe gritó enojada. Macario hizo una mueca.

Cámara Oculta- Juliantina. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora