Capítulo 8.

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—Tu casa en verdad es muy linda—. Juliana dijo bajando de la camioneta, había sido un camino largo lleno de tráfico, Valentina se había quedado dormida todo el recorrido.—Oye Val, despierta, ya llegamos—. Movió su hombro suavemente.

Valentina despertó levemente, sus tubos de oxígeno se habían marcado en su piel haciendo que se los quitara con una mueca de dolor, miró a Juliana y sonrió inmediatamente.

—Hola—. Saludó con una sonrisa—. Lo siento, estaba muy cansada, el hospital me dejó exhausta—Se talló los ojos.

—No tienes por qué explicarme, te entiendo Val— Juliana la miró—. Vamos, María ya entró a la casa, debe de estar esperándonos...

Valentina tomó la mano de Juliana y se dirigieron adentro de la casa. Ahí estaban León, Lucía y Macario. Juliana frunció el ceño al ver a su padre ahí.

—Buenas tardes—. Saludó Valentina a todos.

—Hija, qué bueno que llegaste, ven, te presentaré a alguien—León se acercó a las dos con una sonrisa—Juliana, hola.

Juliana sonrió y se acercó colocándose a un lado de su padre, Valentina miró confundida la situación.

—Valentina el es Macario Valdés, policía profesional de la cuidad, ella es Juliana, su hija que por lo visto ya se conocen— miró a las dos diciendo esto último, Juliana se encogió de hombros.—Su papá nos está ayudando con un caso... algo especial, no hay de que preocuparse.

—Así es, mucho gusto señorita—. Se presentó el Chino, Valentina lo miró fijamente, Juliana no se parecía en nada a él, Juliana teñí cabello castaño y Macario lo tenía guero, el tenía ojos azules y Juls cafés fuerte.

—Bien, será mejor que ustedes vayan allá arriba, niñas. Silvina les llevará de comer.

Las dos se miraron, asintieron y subieron las escaleras. Juliana no podía decirle la verdad a Valentina así que mintió, otra vez.

—¿Qué será esa cosa importante en la que tu papá les está ayudando a lo míos?—Preguntó la menor subiendo lentamente.—Sonaban raros.

—Sí, yo también sentí la tensión—. Contestó atrás de ella, no se podía quejar de la vista que tenía—. Y no lo sé, debe de ser importante, pero dejémoslo en otro lado, eso es cosa de ellos.

Después de unos minutos, por fin lograron subir las escaleras, Juliana esperó a Valentina quien respiraba pesadamente, le sobó la espalda hasta que la menor sonrió colocándose los tubos de respiración de nuevo. Susurró un leve gracias y se dirigieron a la sala de cine.

—¡Vaya, una sala de cine!—Juliana entró como si fuese una niña pequeña, miraba el cuarto con asombro, la ojiazul la miraba con una gran sonrisa, le gustaba verla feliz, la hacía sentir bien.—No dejas de sorprenderme Val, me da curiosidad que cosas escondes—. Se acercó a ella lentamente, Valentina recuperó la postura y miró los labios de la morena, estaban bastante bien delineados, miró su perfecta barbilla e inconscientemente un brazo se levantó deseando tocar su rostro.

—¡Sabía que estarían aquí!— Un Guille entró por la puerta con palomitas y refrescos. Las dos se separaron rápidamente—Papá no me deja estar allá abajo, dice que son cosas de grandes, pensé que podía unirme a ustedes—. Se encogió de hombros.—Hola Juliana, me da mucho gusto verte—. Besó la mano de la mayor quien volteó a ver a Valentina con confusión.

—Es una noche de chicas, Guille—. Reclamo Valentina rascándose la cabeza—. También estará María y si se puede Silvina...

Guille rió agarrando la panza.

Cámara Oculta- Juliantina. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora