9. Perdonar para sanar

38 2 0
                                    

Mientras tanto en Madrid...

Clara

Sin casi darme cuenta el miércoles llegó y con él algunos compromisos laborales y otros personales. Me desperté como cada día a las siete de la mañana. Pero todo el que me conocía sabía que de despertarme a levantarme había un tiempo intocable. Ese tiempo lo gasté revisando los mensajes que me habían llegado, el correo y viendo cómo me había planificado la mañana Sandra, mi secretaria, con quien compartía agenda digital.

Al parecer tenía varias reuniones y llamar a un par de promotores para concretar fechas del lanzamiento. Sin duda iban a ser meses muy cargados de trabajo, pero iba a merecer la pena.

Decidí empezar a moverme porque se me iba a hacer tarde. Seguí mi rutina mañanera diaria. Ir al baño, hacer pis y ducharme, bajar a desayunar, vestirme y arreglarme para poder salir sobre las 8:30 de casa.

Cuando hube acabado sonó el timbre.

-Ya voy yo, señorita -dijo Merche, mi ama de casa.

Yo dudé un momento pero decidí ser yo quien abriera la puerta. Así lo hice. Descubriendo detrás de la puerta a mi sobrino vestido con un polo blanco, un pantalón gris, un jersey de pico burdeos y unos mocasines negros. Un uniforme muy parecido al que llevó su padre a su edad. Una mochila colgaba de uno de sus hombros y su pelo lucía despreocupado hacía un lado. Tenía una sonrisa en la cara, que contrastaba mucho con el semblante de su padre.

-¿Cómo estás, Nico? -pregunté dándole un abrazo.

Él correspondió el abrazo con ganas, la diferencia de altura era ínfima por lo que dudé en revolotearle el pelo.

-Muy bien, tía Clara. ¿Todo ok por aquí?

Pasó hacia el salón, pero Sergio se quedó ahí quieto.

-Puedes pasar si quieres, Sergi.

Quizá no era lo que más me apetecía ahora mismo pero nunca pierdo la educación, igual que él. Es algo básico.

-No, no, ya me voy pero ¿podemos hablar un momento? -dijo casi la última parte en un susurro.

Creí que era para que Nico no lo escuchara así que tras pedirle a Merche que le enseña dónde dormiría y la casa en general, salí fuera apoyando la puerta sin cerrarla del todo.

-Siento lo del otro día -dijo sincero.

Su mirada decía que de verdad se arrepentía, así que me quedé en silencio para que continuase.

-Me pareció hasta surrealista que te pudiera haber pasado algo. Esas cosas salen en la tele pero crees que nunca pasarán en tu entorno -agachó la mirada, estaba decepcionado con él mismo-. Debí creerte a ti y fiarme de tu falta de memoria.

No podía seguir escuchando eso. E hice lo que creía conveniente. Él correspondió mi abrazo y calló.

Me prometió su ayuda y que podríamos llegar a saber qué había pasado esa noche.

Se despidió de mí con la antítesis de su anterior faceta, una sonrisa aunque algo melancólica. 

Cuando desayuné, llevé a Nicolás a su colegio y yo llegué al despacho.

Sandra, mi secretaria, me recibió con mi agenda lista para ser revisada.

-Buenos días, señorita Río -saludó ella como todas las mañanas desde hacía unos meses.

Me había aburrido de decirle que me tratara de tú, pero ella no quería acceder a esa "confianza". Supongo que quería mantener distancias siendo prácticamente su primer trabajo. Yo hubiera hecho lo mismo.

Is this love?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora