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Sergio
Me planté en la puerta. Esperando algo que me hiciera cambiar de opinión. Pero no lo hizo. Así que moví mis piernas para avanzar en lo que podía ser una de las mejores, o peores, decisiones que hubiera tomado. Un chica uniformada me indicó que pasara la recepción y girara a la izquierda. Después de seguir las indicaciones me encontré con otra puerta, estaba vez abierta de par en par, dejando ver así a unos cuantos policías trabajando en sus ordenadores.

-¿En qué puedo ayudarle? -dijo un chico joven, estaba vez no iba vestido de uniforme.

Vestía unos simples vaqueros algo gastados, unas zapatillas discretas oscuras y una camiseta gris básica. Un conjunto algo triste para mi gusto.

-Sí, venía para poner una denuncia -aclaré al cabo de unos segundos.

Él pareció analizarme pero finalmente su gesto fue amable.

-Claro, pase por aquí.

Rodeó su escritorio para sentarse. Estaba lleno de papeles algo desordenados que enseguida amontonó en una pila sin sentido y que puso en una esquina.

-Bien, cuénteme acerca de la denuncia.

Yo estaba un poco tenso, pensé por un momento en levantarme e irme y echarme atrás. Finalmente, la mirada algo inquisitiva del chico me hizo reflexionar y no acabar haciendo una tontería.

-Verá... yo no soy la víctima, es mi hermana -empecé diciendo.

Iba a continuar, sin saber muy bien que decir, así que el joven aprovechó para hacer la primera pregunta.

-¿Y por qué no pone ella la denuncia?

Movió sus brazos para que hicieran un triángulo quedando sus manos unidas arriba. Lo dijo de forma en la que parecía que no estaba haciéndolo bien. Algo que me hizo dudar otra vez. No, estás aquí por Clara. Y este tío que no conoces de nada no te va a hacer irte con las manos vacías.

-Resulta que una noche ella salió por ahí y acabó en urgencias.

Él, que había empezado a apuntar algunos datos, levantó la vista con una risilla. Una risilla que me hizo plantearme partirle la cara. No sé si pensé tan fuerte que me oyó pero cambió su gesto en cuanto el mío se endureció.

-Como iba diciendo, acabo en urgencias con niveles muy altos de alcohol y drogas. Y ella no toma drogas. Ni alcohol en esas cantidades tan escandalosas como para quedar inconsciente tirada en la calle.

El chico anotó algunas referencias al relato que le acaba de dar yo mismo y volvió a levantar la vista, esta vez mucho más serio y profesional, formulando la siguiente pregunta.

-¿Cómo llegó al hospital si estaba inconsciente?

Yo intentaba recordar el relato que me dio mi hermana pequeña.

-Una señora la encontró y llamó a la ambulancia -dije al fin.

Lo escribió junto a los demás daros pero marcando la palabra "Señora desconocida". No supe muy bien por qué eso le pareció relevante y me quedé mirándolo intentando describirlo. Me sacó de mi intento de policía con un carraspeo.

-Perfecto, ahora solo queda que me lo escriba todo de manera formal en este papel y que lo firme. Cuando lo tenga listo, podremos empezar a investigarlo. Por cierto, soy el Subinspector Romero. Pero me puede llamar Daniel. Si no le importa, voy a ir un momento al lavabo, pero usted puede ir rellenando el papel con su declaración señor...

Hizo un pausa en la cual claramente esperaba que yo me presentara.

-Sergio Río -sonreí. 

-Perfecto, señor Rio, ahora vuelvo.

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