19. Menuda nochecita

20 2 0
                                    

Clara
No me había dado cuenta de estaba besando a mi médico hasta que me separé. No besaba nada mal, para ser justos... Y estaba bastante bueno. Pero la cabeza me daba vueltas y antes de que ese beso diera paso a algo más tenía que cortarlo. Por suerte, parecía que esa noche mi mente y mi cuerpo se entendían bastante bien, por eso mismo una arcada subió por mi esófago. Me separé rápido de él y salí corriendo al baño. Justo salieron un chico y una chica con el pintalabios corrido, dándome el tiempo justo para abrir la tapa del vater y vomitar. Me concentré en que cayera dentro porque la realidad es que, a pesar del sprint, me había costado llegar porque el alcohol era mucho más fuerte que mi sobriedad.

No me había preocupado por mi pelo hasta que noté que unos dedos se cerraban sujetándomelo. Cuando pude separarme del inodoro, un trozo blanco se puso delante de mis ojos. Tardé en enfocar qué era porque se movía lentamente, supongo que por su poco peso. Era un trozo de papel higiénico.

Mandé la orden de cogerlo con mi mano pero al parecer me fui por unos centímetros de más a la derecha. Después de un par más de intentos, mi cuerpo giró en brazos de alguien todavía desconocido y noté como el papel pasaba lenta y cuidadosamente por mis labios limpiando así cualquier resto. Abrí mis ojos y pude ver la figura de Alberto. Llevaba la camisa remangada dejando ver sus brazos musculados. Parece ser que me quedé demasiado tiempo admirándolos porque una risa de su parte me devolvió a la realidad.

-¿Te encuentras mejor? -preguntó él en un tono suave.

Yo intenté pensar la respuesta, siempre que me hacían preguntas relativas a mi estado en ese momento respondía afirmativamente. Realmente me encontraba horrible. La cabeza iba a otro ritmo, mi equilibrio era prácticamente inexistente y estaba cansada. Así que formulé con mi boca un murmuro que para mí tenía todo el sentido del mundo y contenía la respuesta pero él puso una cara de desconcierto y una pizca de humor.

-¿Me puedes llevar a casa?

Su cara cambió por una de ¿preocupación? No lo sé, mi mente no podía analizarla.

No sé ni cómo ni cuando pero conseguimos llegar a mi portal. Me había llevado cargada en su espalda. En otra situación me habría muerto de vergüenza, pero no estaba para ser orgullosa. Él sacó de mi bolso las llaves y abrió la puerta. Y después de todo el paripé del ascensor, entramos en mi casa.

Sin pronunciar ni una palabra bajé de su espalda. El suelo estaba muy frío. Miré hacia abajo, dándome cuenta de que no llevaba mis tacones. Alberto pareció darse cuenta porque me extendió un bolsa pequeña de plástico en la que estaban mis tacones. Le agradecí el gesto con una sonrisa. "No hay de qué" contestó él con la mirada.

-Me debería ir ya, es tarde -dijo él.

Giró su cuerpo hacia la puerta pero me dio tiempo, con mis ya a estas alturas de la noche pésimos reflejos, a agarrar su brazo.

-No sé cómo puedo agradecerte todo esto -dije yo sincera y muy mareada.

Él pensó durante unos segundos y luego puso una sonrisa tímida.

-Quizá podríamos tomar algo algún día.

¿En serio este tío es tan bueno después de la nochecita que le había dado quería volver a verme? Vamos, ¿dónde hay que firmar para que sea la versión estándar de tío?

-Claro, eso suena bien... si quieres apuntar mi número -dejé caer.

Alberto sacó su teléfono tan rápido que si no llega a ser por su habilidad, ahora estaría en el suelo. Lo acompañó de una risa nerviosa y yo de una carcajada sonora. Le dicté la combinación un par de veces por si había algún error y después de un beso tímida en la mejilla por su parte, la noche había terminado. Y menuda noche.

A la mañana siguiente, todo se alineó para despertarme de mal humor. La luz que se colaba por la ventana al no haber bajado la persiana, el ruido de mi teléfono, el calor que hacía ya en Madrid, el sujetador que no me había quitado y, por último pero más importante, el horrible dolor de cabeza que tenía. Todo ello hizo incorporarme en la cama. Me recogí el pelo en un moño despeinado y fui al baño para lavarme la cara. Del armario saqué una caja de paracetamol y me tomé un comprimido a palo seco. Descendí las escaleras y en la cocina me encontré con una gran desayuno que seguro Merche me había preparado a propósito de las horas. Dos tortitas con nata y chocolate, unos huevos revueltos con bacon y un café.

Poco después, revisé mi teléfono encontrándome con varios mensajes. El primero era de Fede, aterrizaba en Madrid en unos minutos y quería saber si podíamos vernos. Algo que no me apetecía demasiado dadas las circunstancias.

El siguiente era de mi mejor amiga, Bea, recalcando mis mejores momentos la noche anterior, de los cuales la mayoría no recordaba. Además decía que le llamara para no sé qué. Bueno, lo dejé pasar porque con esta chica era mejor no preguntar hasta tenerla delante.

El último que vi, fue uno de un número desconocido. "Hey, buenos días aunque cuando tu te despiertes serán tardes... Soy Alberto, a ver cuando te viene bien y nos tomamos un café, si te apetece. Ya me dices" Qué mono... pero y ¿el italiano? ¿Qué hago ahora con él? Pensé. Bueno, igual no hay que decirle nada ¿no? ¿O no? Yo qué sé.

He tardado en actualizar porque estoy enferma y la verdad es que no tenía muchas ganas de hacer nada, ni las tengo ahora realmente, espero que os guste, podéis dejar estrellas o lo que queráis jeje un besiño pa vosotros

Is this love?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora