29. Malendido

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Alberto

Si la primavera ya había avivado mis ganas de "amor", el verano las había revolucionado. Después de mi visita a Bilbao solo quería empezar a hacer las cosas necesarias que me llevaran a lo que realmente me había dado cuenta que quería, intentar algo con Clara. Así que sin pensarlo mucho, y algo inspirado por una brillante sol de domingo veraniego, me lancé a la aventura.

Busqué todo lo que necesitaba en la aplicación del hospital, cogí mi casco y me lancé a la calle. Mi moto esperaba reluciente a las puertas de mi casa. No perdí ni un segundo y la hice rugir en mitad de la acera para salir echando humo.

El aire caliente, sí, ese aire asqueroso que te quema la cara, me parecía lo más maravilloso, el pesado tráfico no me estorbaba como de costumbre y no encontrar sitio a la primera tampoco. Estaba feliz y decidido. Y por eso nada de todas esas cosas importaban.

Llamé. Un tono. Dos tonos. Miro mi muñeca izquierda. Dormida no estará, son las doce y media. Tres tonos. Igual ha salido. Cuatro tonos. ¿Y si vuelvo en otro momento? Cinco tonos. Y ¿si está de vacaciones? Una voz.

-¿Sí? -recibí mi respuesta, pero no era su voz.

Muy bien, genio, y ¿ahora qué?

-Soy un amigo de Clara, querría hablar con ella.

Silencio. Una voz de fondo. Una mano tapando para que no escuche.

-¿Cómo has dicho que te llamas? -preguntó, pero seguía sin ser su voz. 

-Alberto.

Otra vez una voz de fondo y la mano tapándola. Y silencio. Hasta que lo rompió el sonido de la puerta desbloqueándose para mí. Sin pensarlo mucho decidí empujar la puerta y subir. Tampoco esperé al ascensor y subí andando, bueno, corriendo. Llegué a la puerta de su casa. Había ido tan rápido que ni me había parado a pensar qué es lo que le iba a decir. Toqué el timbre y lo oí sonar dentro de la casa. Me pregunté de quién sería esa voz misteriosa y quién me abriría la puerta. No pude resolver la primera pregunta porque fue la misma Clara la que me recibió. 

-Hola... ¿qué haces aquí? -preguntó sin rodeos. 

Vaya, no esperaba que me recibiera así, aunque tampoco sabía cómo lo iba a hacer. Ante mi silencio por quedarme en blanco y mis pensamientos de arrepentimiento por haberme presentado ahí de la nada ella volvió a hablar. 

-¡No me digas que habíamos quedado y no me he acordado! -dijo algo nerviosa y dudosa. 

Pero no, ella no había olvidado nada porque no había ninguna cita por recordar. 

-No, no. No te preocupes -dije intentado calmar sus dudas-. Simplemente tenía la mañana libre, he pasado por el barrio y quería invitarte a tomar algo - mentí a medias. 

Evidentemente no pasaba por el barrio, pero vista su actitud decidí sobre la marcha que esa versión era mucho más acertada que la de haber ido a su casa sin avisar para proponerle una cita. 

Ella se miró así misma y yo la imité. Iba con un chandal cómodo gris para estar por casa y en el pelo un moño algo destrozado ya. Definitivamente tendría que haber avisado antes. 

-Lo siento, te tendría que haber escrito antes de venir, ¿no? -no le dejé responder-. Además debes estar ocupada, debes tener mucho trabajo con exposiciones y proyectos y demás. No te preocupes que yo... 

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⏰ Última actualización: Sep 10, 2021 ⏰

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