10. Echarlo todo

46 3 2
                                    

Alberto
Rompí a llorar. Simplemente lloraba. Lloraba y lloraba. Lo lloré todo. Absolutamente todo. Lloré porque me dolía. Lloré aunque me extrañó que aún doliera. Lloré porque fui el experto en malas decisiones. Lloré porque me lo merecía. Pero sin duda alguna, lloré porque lo necesitaba.

Lo necesitaba y no sabía cómo había conseguido llegar a un parque y sentarme en un banco antes de empezar a llorar. Tan solo me senté, y aunque no fue un llanto desesperado, sí desgarrador por dentro. No tenía ni fuerzas para que lo fuese por fuera. No tenía fuerzas y mi cuerpo lo sabía. Cedió ante el peso de mi torso, quedando así mi tren superior sobre el inferior. Las piernas colgaban del banco hacia el suelo, mía pies sostenían todo mi peso, porque mi alma ni podía. Y justo cuando pensé en todo lo que había pasado, rememorando así años de vida, justo en ese instante, me empecé a marear por el llanto tan intenso al que estaba sometido a través de la melancolía, los recuerdos y la añoranza acumulada. 

Sentí una presión incontrolable en el pecho, como si estuviera exprimiendo mi corazón, sacándolo todo, depurándolo y dejándome totalmente desnudo. Noté como un bulto recorría mi esófago, y muy poco después expulsé todo lo que había digerido horas antes. Lo eché todo. Era una metáfora. Llorar y vomitar, en definitiva expulsar. Vomité y una señora que parecía alarmarse por mi estado físico y psíquico, sacó un pañuelo y me lo extendió. Lo agradecí internamente pero no moví ni un músculo de mi cuerpo y solté una sola palabra o sonido que indicara que le estaba agradecido. Sin embargo, tengo la sensación de que lo entendió. Seguro que lo hizo. Cuando pensé que su labor se había acabado, cogió otro pañuelo per esta vez no me lo ofreció. Bajo su brazo hasta mis zapatillas, limpiándolas así de los restos del vomito. Quería decirle que parara, que no se molestara, ya las limpiaría yo cuando llegara a casa. Pero no pude. No podía controlar mi cuerpo. Se habían manchado, al igual que mis pantalones. No me había fijado, quizá no quería moverme, no sé por qué, pero no moví mis piernas cuando vomité. La mujer se encargó de que no pareciera un borracho. Se lo volví a agradecer internamente. No me había preguntado nada, ni si quiera había abierto la boca. Me alegré de que no me preguntara nada. No sabría qué decir y seguramente ni podría haber hablado. La mujer se fue sin mediar palabra.

Cuando quise darme cuenta llevaba ya una hora allí. Inerte. Mi móvil había sonado unas treinta veces más pero no lo cogí. No era el momento.

Volví a casa. Estaba mi madre en la cocina esperándome con la compra. No me había mirado todavía pues estaba cocinando de espaldas.

-¿Por qué has tardado tanto? -preguntó aún en la misma posición.

Yo no respondí. Ella se giró y me miró.

-Cariño...

Solo pudo decir eso al verme. Estaba hecho un cuadro. Lo sé porque me miré en el espejo del ascensor. Tenía los ojos rojos, dentro y fuera, la cara hinchada y un tanto húmeda aún, el bajo de mi pantalón lucía asqueroso con manchas de mi propio vomito y mi pelo desordenado. Mi madre me miró de arriba a abajo.

-¿Qué te ha pasado? -preguntó después de intentar averiguarlo ella.

Tampoco respondí. Quizá era miedo. Si lo decía en alto se haría real. No quería creérmelo todavía.

Mi madre, al ver la falta de repuesta, me miró como cuando era pequeño. Intentando descifrarme.

-Ve a ducharte, yo lavaré esto.

Parecerá una tontería pero me calmó. Hice lo que me había dicho, me duché con agua helada, y no sentí nada. Mi cuerpo seguía sin responder. Mi cabeza estaba llena y vacía. Cambié el agua poniéndola ardiendo. Tampoco, mi cuerpo no respondía. Tampoco podía llorar, simplemente estaba debajo del agua. Quizá lo hacía para limpiar mi cuerpo, porque sabía que alma no quedaba.

Salí de ahí, me puse una toalla pero no me sequé, me vestí pero seguía desnudo, me tumbé dejando reposar cada músculos, liberándolo de una tensión horripilante.

Me quedé dormido. Mi cuerpo no podía más. Y me lo había hecho saber así.




Ehhhh menudo dramón no? ya me perdonaréis.
he dedicado un capítulo entero para contaros cómo una persona afecta a otra tanto mental como físicamente. lo que causa en ti es impresionante, no puedes controlar tu cuerpo, tienes frío en pleno abril al sol, vomitas sin haber comido y te tienes que sentar porque tus piernas no pueden con tu cuerpo de lo que tiemblan. es horrible. te hace ver el poder que tiene alguien sobre ti. y lo quería plasmar. es una realidad mucho más común de lo que parece pero se ve poco porque no nos fijamos lo suficiente.
spoiler: si he dedicado un capítulo a como se siente y lo que provoca en el cuerpo del alberto esto, será por algo... just saying

hala un beso espero que os haya gustado :)

Is this love?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora