3. Vuelta a casa

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Clara
Salí del hospital con los análisis, una fecha para la cita y mil preguntas. Conseguí que en recepción llamaran a un taxi dado que yo no tenía batería. No tardo ni diez minutos en llegar.

-Buenas tardes, a Velázquez con Goya, por favor -dije nada más entrar en el vehículo.
-Perfecto.

Yo fingía mirar por la ventanilla para que no me diera mucha conversación. No tenía ganas de hablar con nadie, la verdad, y mucho menos de cosas sin importancia.

-Hemos llegado -anunció el conductor parando el taxi en el lugar indicado.
-Gracias, ¿cuánto es?
-Serán doce con cincuenta -respondió.

De repente pensé en mi cartera. Había cogido ese taxi sin saber si llevaba dinero, me lo estaba ganando a pulso.

Por suerte para mí llevaba algo de dinero en un hueco que tenía para emergencias y con eso pude pagar.

Me bajé y lo primero que hice fue ir a la farmacia que tenía justo debajo de casa, compré todos los medicamentos que me había recetado el Doctor Duarte.

Me acordé de él, parecía un hombre inteligente, era sin duda muy atractivo y enigmático. Pero mis preocupaciones le dieron igual a la hora de los análisis. Supongo que será el tipo de tío que trabaja en eso solo por el dinero o porque sus padres querían que lo hubiera. No aguantaba ese tipo de gente.

Subí a casa con mis llaves y el portero no estaba, no me parecía raro porque era domingo pero tampoco me gustaba. En el ascensor pensé en todo y en nada, pero no duró mucho porque en el cuarto piso paró. Me bajé con unas ganas infinitas de entrar en casa, quitarme esta ropa y darme una ducha.
Giré las llaves y entré. Qué gusto volver a casa.

-¿Hola? -dije alto para que me oyera quién quiera que estuviese en esa casa.

Unos pasos cortos se acercaron al hall mientras me quitaba los tacones.

-Oh, cielo, ya estás aquí -dijo Merche.

Merche era una señora mayor, mi ama de llaves como se decía antes, ella cuidaba de mí cuando era pequeña, y cuando mis padres murieron, ella pasó a trabajar en mi casa. La llevaba a la perfección, se encargaba de todo, y me tenía un cariño infinito. Vivía en casa, no tenía familia por lo que éramos la nuestra respectivamente. Una persona maravillosa.

-Ha sido una noche de locos -dije dándole un abrazo.
-Cuéntame hija -dijo acompañándome a un sofá del salón donde nos sentamos.
-Acabó de venir del hospital, al parecer ingerí cantidades horribles de alcohol y drogas pero yo no recuerdo nada. Tengo cita dentro de dos semanas. He pedido los análisis para que alguien los pueda revisar.
-Lo importante es que ya te encuentras bien. ¿Has comido?
-No, no podía por el lavado de estómago y quería llegar cuanto antes a casa.
-Ahora mismo te preparo algo. Ve a darte una ducha y a cambiarte -añadió antes de dirigirse a la cocina.

Me dirigí hacia el piso de arriba, y una vez en mi cuarto me desvestí.
Crucé la inmensa habitación para llegar al baño, me miré al espejo, tenía una pinta horrible. El maquillaje corrido, tenía mal color, moratones.

Me recogí el pelo en un moño que no tendría mucho futuro y me metí en la ducha. El agua caía despacio, acariciaba mi piel lentamente. Mis músculos se relajaron por fin después de todo el día. Cerré los ojos en busca de paz y la encontré. Era sin duda, un momentazo. Lo alargué todo lo que pude pero la comida estaría lista en breves y no quería que se enfriara.

Dejé mis huellas mojadas por mi habitación y saqué de mi armario un chándal gris ajustado.
Me puse una sudadera burdeos y bajé hasta llegar a la cocina.

Olía de maravilla y no me extrañaba, Merche era una cocinera magnífica.

-Mmm, qué bien huele -dije nada más entrar.
-Veo que hay hambre... es arroz rojo.
-¡Me encanta el arroz rojo! -grité con la ilusión de una niña pequeña.

Merche río por lo que un simple arroz despertaba en mí. Pero es que hace mucho aprendí que las cosas más importantes son las que no se ven. Y las valoro mucho porque no siempre las he tenido.

-Lo sé, pequeña, siéntate anda. Ahora mismo está.

Comí casi devorando el plato y es que estaba buenísimo. Me hacía falta un chute de casa en las venas. Y esto me venía perfecto.

Cuando acabé fui al salón, ahí había calma absoluta y como odiaba el silencio en las casas, puse música bajita de fondo. El tema "Girls just wanna have fun" saltó en aleatorio de una lista de reproducción.

Cogí mi móvil que ya estaba casi cargado y los mensajes acumulados este tiempo llegaron de golpe. Era domingo pero tendría que haber enviado algunos e-mails del trabajo, la empresa no se dirigía sola. Y por eso tenía algunos mensajes de mi socio.

Diego: Buenos días, los italianos no han recibido la confirmación, no lo has hecho o ha habido un fallo?
11:47
Diego: Necesitan la confirmación para antes de mañana, por fa míralo cuanto antes. Gracias.
12:30

Diego y yo nos habíamos hecho amigos con el tiempo, pero los negocios y la empresa eran trabajo y se separaba de lo personal siempre.

También tenía algún mensaje de Bea, una gran amiga.

Bea: Holaa, te hacen unas cerves el martes?
12:54
Un par de llamadas perdidas de Sergio, mi hermano, también salían en forma de notificación. Me acorde de que a partir del miércoles él se iría de viaje y me había pedido que me quedara con Nico. No había previsto nada de eso y tendría que mover muchas cosas de mi agenda.

Mi vuelta a la rutina fue terrible y tan solo era domingo. Conseguí mandar la confirmación a los italianos tras estar toda la tarde con ello. Era un gran proyecto, pero me estaba consumiendo el tiempo del resto de mi vida.

Me quedé dormida en el salón con el portátil inundando la sala con esa terrible y potente luz blanca.







hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os guste, muchas gracias por leerme <3

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