14. Que firmen

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Clara
Habiendo descansado todo lo posible en ese maravilloso hotel de cinco estrellas, decidí que las diez de la mañana era buen momento para ducharme y vestirme.

Nada más salir de la ducha mi móvil sonó.

Mensaje de Sandra: Hola, estaremos desayunando abajo, le esperamos allí.

Al parecer ambos se llevaban mucho mejor de lo que yo había podido darme cuenta en la oficina. Ahora que lo recordaba, sí había visto hablando a mi secretaria con Diego.

Bajé en cuando estuve preparada.

Los pude ver en una mesita circular de tamaño mediano. Tenía cuatro sillas a su alrededor pero suponía que no había otra libre con exacta tres.

-Buenos días -saludé cuando llegué.

Ellos me miraron pero solo uno sonrió. Fue Diego.

-Buongiorno -dijo él con un leve tono de sorna.

En cambio, Sandra, mucho más elegante y sutil.

-Buenos días, señorita.

Le dediqué una sonrisa sincera y me dirigí a por mi desayuno. Tras varios viajes desde la barra hasta nuestra mesa, esta quedó con un café con leche, un croissant, dos piezas de fruta que a mí elección habían sido un kiwi y una naranja y por supuesto, un yogur natural.

Al comenzar el desayuno el ambiente estaba algo cargado. Pero todo fue hablar sobre los italianos y nuestros objetivos. Puro trabajo.

-Si me disculpáis, voy a preguntar en recepción como reservar en el spa.

Diego se encaminó a la entrada del hotel y yo vi mi oportunidad.

-No sabía que os llevarais tan bien Diego y tú -dejé caer.

Ella pareció extrañada por la pregunta pero no molesta ni tensa.

-Sí bueno... el señor Ferraz y yo trabajamos bien juntos si es a lo que se refiere.

Esa respuesta me aclaraba lo mismo que un silencio. Nada.

-Tutéame por favor, ya es hora -dije con una sonrisa-. Y claro, es normal, yo también trabajo muy bien contigo... pero no es lo mismo.

Ella pareció entender lo que le estaba insinuando y al segundo cambió sus facciones para dejarlas sueltas en una carcajada.

Yo me removí inquieta en la silla mientras le daba un sorbo al café.

-¡Oh dios, claro que no! Es cierto que es un hombre atractivo pero no es alguien en qué me haya fijado más allá de lo profesional.

Yo forcé una sonrisa, parecía que había fallado en mis suposiciones. Me sentía avergonzada por ello. ¿En qué estaba pensando? Éramos sus jefes y Diego estaba comprometido.

Después de ese pequeño incidente el día se desarrolló con normalidad. Paseamos y visitamos lo más relevante de Milán. Su catedral y la Galería Vittorio Emanuele II. La Scala, uno de los teatros más famosos del mundo, y con razón.

Un paseo por la historia viva que poseía Italia. Una auténtica maravilla.

El domingo fue consumido por esas visitas, y el cansancio fue notable cuando la noche se acercaba. Era cierto, estábamos casi en verano y por ello anochecía cada vez más tarde, pero eso no quitaba que estuviéramos entumecidos.

Cenamos no muy copiosamente en un restaurante en el centro. Conseguimos que un taxi nos acercara al hotel. "A partir de mañana, empieza el trabajo", pensé.

Esa noche pasó sin mucho alboroto.

La alarma sonaba poco a poco despertándome a las siete de la mañana. Me puse ropa de deporte y bajé al gimnasio del hotel. Calenté mis músculos en la bicicleta durante veinte minutos. Hice tres series de sentadillas, abdominales y flexiones. Corrí algo menos de diez minutos en la cinta y finalmente acabé con remo. Un entrenamiento que me había preparado y que realizaba todos los días que pudiese. Sobretodo estando fuera de casa.

Las próximas horas de duchas, desayuno y arreglarse transcurrieron sin problemas y con la música muy alta.

Pero ahora podría empezar a haberlos, era la hora de la reunión. Seguramente algo complicado de negociar que nos llevaría horas de acordar finalmente. Me preparé para lo peor sin saber qué era.

Sin embargo, no hubo demasiados contratiempos. Retrasamos la inauguración de Mater a finales de junio. No firmaron el contrato pero concretamos una reunión para cerrarlo de nuevo la semana que viene en Madrid. Y ellos quedaron en llevarnos a cenar esa misma noche.

Recordé que Diego me había pedido algo especialmente formal para cenar. Puede que lo intuyera, aunque después de que nos dejaran así tirados de la noche a la mañana dejando sin cerrar un acuerdo millonario era lo menos que podían hacer. Invitarnos a cenar en Milán.

Dimos por finalizado el encuentro y un conductor privado pasó a buscarnos al edificio. Tremendamente bonito e innovador, si se me permite decirlo.

-Esta noche solo nos hace falta un poco de sentido del humor español y darles la razón en casi todo -dijo Diego con su tono de superioridad, algo que ya había asumido desde los últimos días.

Sandra solo miraba por la ventana, sin prestar mucha atención a la conversación.

-Nada nuevo con los italianos -añadí yo-. Cómo no firmen la semana que viene...

Diego río sin pudor. No sé qué le hacía tanta gracia, era responsabilidad de ambos por igual.

-Ay Clara, Clara, no te das cuenta que tan solo quieren que les dediquemos tiempo, que nos volquemos con su proyecto...

Ciertamente no lo había meditado mucho, a decir verdad no había pensado mucho el por qué de echarse hacia atrás de los italianos. Eso tenía sentido.

-Bueno pues ya lo tienen, yo solo quiero que firmen y que nuestro equipo se ponga a ello, tanta comidita me pone ya mala.

-Después de la firma como si te meas en su cara, pero que firmen -respondió contundente Diego.

Sandra, que parecía haberse enganchado en algún punto de la conversación, mostró su parte más incrédula al escuchar esas palabras de su boca.

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