UNO

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"¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida."

El viento era demasiado frío, demasiado intenso para la ciudad. Juliana llevaba menos de dos horas aquí pero ya extrañaba las cálidas mañanas de su casa en la playa. Se había enamorado de los amaneceres a la orilla del mar, del sonido de las olas chocando unas con otras, de la brisa cálida sobre su rostro, del bronceado permanente de su cuerpo y de la vista tan bella que tenía de la inmensidad del océano desde el ventanal de su habitación.

Luego de haber pasado tanto tiempo lejos se sentía como una extraña en su propio país, tendrían que pasar varios días para que se acostumbrara a vivir aquí nuevamente. Había retrasado su regreso lo más que pudo pero sabía que ya era momento de volver. Y a pesar de todo, una parte de ella estaba contenta de estar aquí otra vez, había extrañado muchísimo a su mamá estos años que había estado lejos.

Había extrañado muchas otras cosas y personas -una en especial- de México también, pero estaba aterrada de estar de vuelta.

Una brisa fría le recorrió el cuerpo y frotó sus manos para intentar calentarse. De reojo vio a alguien acercarse y sus ojos fueron inmediatamente a la humeante taza de café y la pieza de pan dulce que estaban siendo colocados frente a ella por el dueño de su cafetería favorita y uno de sus mejores amigos de toda la vida, Sergio. Juliana le dedico una pequeña sonrisa agradeciéndole y apretó la taza entre sus manos al mismo tiempo que soltaba un suspiro al lograr calentarlas por fin.

"No puedo creer que tengas tanto frío, yo apenas y lo siento. Creo que te hizo mal tanto tiempo lejos de aquí, ya no aguantas nada." Le dijo en tono burlón.

"Ya sé." Asintió ella. "No llevo ni un día aquí y ya me estoy arrepintiendo." Tomó un sorbo de su café sintiendo el delicioso líquido caliente recorriendo su garganta y calentando su cuerpo. "Al menos tu café ayuda un poco. Gracias por aceptar hacerme compañía tan temprano."

"No es como que tuviera opción. Soy tu único amigo." Le guiñó el ojo y Juliana lo golpeo suavemente en el hombro. "Además, de todas formas tenía que madrugar para abrir el café, no me costaba nada despertar un poco antes para recogerte en el aeropuerto." Jaló la silla que estaba frente a ella y se sentó. "Ahora que por fin está más tranquilo esto, cuéntame, ¿cómo te sientes de estar de vuelta?" Tomó el pan y le dio una mordida.

"¡Hey! Es mío." Dijo arrebatándoselo de las manos y mordiéndolo. Se tomó su tiempo masticando mientras pensaba en la pregunta. Lo cierto era que no tenía una buena respuesta, no sabía cómo se sentía. "La verdad no sé, llevo muy poco aquí, pregúntame en unos días."

"No me digas que no te morías de ganas de verme." Dijo levantando las cejas en modo coqueto.

"Eugh, no vuelvas a hacer eso nunca por favor," Respondió riéndose del gesto de su amigo. "Si tenía ganas de volver pero es muy raro estar aquí. Supongo que me sentiré mejor cuando vea a mi mamá. Le dije que llegaba más tarde para que no tuviera que despertarse tan temprano para ir por mí al aeropuerto, pero quedamos en comer juntas. Está que se muere de ganas de presentarme a Panchito."

"¿Es el nuevo galán?"

"Si, he oído hablar tanto de él que siento que ya lo conozco." Dijo volteando los ojos en modo de broma.

"¿Y es por eso que te sientes rara? ¿Te da cosa que tu mamá esté saliendo con alguien?" Preguntó curioso pero al mismo tiempo sabiendo que era no era la verdadera razón.

"No, ni al caso, estoy muy feliz por ella. Es el primer novio que le conozco y se escucha contenta cada que me habla de él. Me da mucho gusto que esté enamorada. Se lo merece después de tanto tiempo solita."

Te cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora