DIECISIETE

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Sin pensarlo dos veces marcó el número de Juliana. La llamada instantáneamente se fue a buzón por lo que supuso que el celular estaba apagado. Miró el reloj de su teléfono y se dio cuenta de que aún era bastante temprano.

Era domingo, por lo que la tienda de Juliana no estaría abierta y sabía que la pelinegra acostumbrada despertar mucho más tarde cuando no trabajaba. Pensó en mandarle un mensaje pero sentía que no sería suficiente para expresarle lo que estaba sintiendo. Quería verla y hablar con ella.

Su segundo pensamiento fue sorprenderla en su departamento, sin embargo, no sabía dónde vivía. Tal vez podría pedirle a Sergio la dirección aunque se sentía avergonzada porque tenía muchísimo tiempo sin hablar con él, además de que era el mejor amigo de Juliana, casi su hermano y dudaba que quisiera darle esa información. Suponía que Juliana ya le habría contado absolutamente todo (o más bien, todo lo necesario) y que habría posibilidades de que fueran amigos nuevamente en un futuro cercano pero aún así le daba pena simplemente mandarle un mensaje pidiéndole algo así.

Tal vez Eva podría tenerla también, después de todo, Juliana le había dicho que ahora tenían contacto y platicaban de vez en cuando.

¿Eva o Sergio?

Desechó la idea de preguntarle a su hermana casi al instante porque lo que menos quería o necesitaba en estos momentos era responder las miles de preguntas que sabía que Eva tendría para ella y muchos menos estaba en el mood de escucharla desaprobar su relación (o intento de) con Juliana.

Ni modo, tendré que tragarme la pena con Sergio, pensó.

Por suerte aún guardaba su número así que le mandó un mensaje. Menos de cinco minutos después tenía en su celular la respuesta.

                    Sergio: Mérida 193, departamento 5.

                    Sergio: Por favor, no me hagas arrepentirme.

                    Valentina: Te lo prometo, muchas gracias.

Valentina tomó su toalla, se metió a bañar y se arregló para salir lo más rápido que pudo.

Minutos después bajó las escaleras de su casa y se topó con Chivis.

"Mi niña, buenos días, que bueno que ya despertaste, ¿qué te preparo para desayunar?"

Valentina hizo un sonido de queja al verse interrumpida, tenía demasiada prisa por llegar a su destino. "Buenos días, Chivis. Voy a salir, al ratito vengo." Caminó rápido hacia la puerta de la entrada.

Silvina la siguió y se paró frente a la puerta para evitar que saliera. "Eva me pidió que no salieras mi niña."

Valentina rodó los ojos. "Si llama le dices que fui a ver a Juliana y ya, te prometo que no se va a enojar." Hizo el puchero más tierno que pudo sabiendo que esa técnica funcionaba perfecto con su nana.

"No me hagas esa carita." Dijo Silvina antes de suspirar y continuar. "Bueno ya, está bien pero aunque sea comete algo rápido, unas quesadillas." Le pidió.

"No me da tiempo, desayuno algo con Juliana, ¿si?" Le prometió con una sonrisa.

Silvina se llevó las manos a la cara como signo de resignación. "Ay mi niña. Vete, vete antes de que me arrepienta de dejarte ir así."

Valentina dio un salto de alegría y le dio un beso a Silvina antes de abrir la puerta. "Gracias, Chivis. Nos vemos al rato."

Decidió manejar ella para no tener a ninguno de los choferes esperándola porque no sabía cuánto tiempo tardaría con Juliana (esperaba que mucho). Conocía muy bien la zona en donde vivía Juliana porque estaba bastante cerca del departamento que ellas habían compartido años atrás. Estaba un poco lejos de su casa pero afortunadamente no había tanto tráfico a esta hora. Pasó a comprar algunas cosas a una pequeña tienda orgánica que sabía que le encantaba a la pelinegra y en poco más de 40 minutos estaba estacionándose en la dirección que le había mandado Sergio.

Te cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora