"¿Lista, mi amor?" Preguntó Juliana.
"Si, ya voy." Respondió Valentina acomodando su cabello por milésima vez frente al espejo. Tomó sus llaves que estaban sobre la mesa y respiró profundamente con los ojos cerrados, preparándose mentalmente antes de salir.
Juliana la esperaba junto a la puerta con una media sonrisa y estiró su mano para entrelazar sus dedos una vez que la tuvo a su alcance. Apretó sus dedos tiernamente y llevo su mano a sus labios para darle un dulce beso. "Estás bien." Le aseguró.
Valentina sonrió agradecida y asintió. "Estoy bien." Confirmó. "Vamos."
Salieron del departamento y Valentina le dio las llaves del auto pidiéndole con la mirada que ella conduciera. Estaba nerviosa y quería poder cerrar los ojos en el camino y respirar.
Juliana manejó con una mano para poder tomar con la otra la pierna de Valentina tratando de darle calma en el trayecto. El camino estuvo en silencio, solo se escuchaba la música saliendo del radio.
A petición de la rubia, hicieron una parada para comprar unas flores, tal vez era innecesario, sabía que daba exactamente lo mismo si llegaba con las manos vacías pero quería un poco más de tiempo. Además de que, esas flores en particular, tenían un significado especial para ellos.
Poco más de veinte minutos después, llegaron a su destino y caminaron hacia el lugar en el que Valentina solo había estado una vez antes.
Se pararon frente a la lápida de León Carvajal y Valentina colocó delicadamente los tulipanes que había comprado para él.
A su padre nunca le habían llamado la atención las flores pero Valentina las amaba tanto que le había pedido plantar flores en el jardín de su casa cuando estaba pequeña. Para León, Valentina había sido su niña consentida y le había intentado dar todo lo que quería. Por alguna razón, cuando Silvina le preguntó qué tipo de flores plantar, lo primero que le vino a la mente al pensar en Valentina, fueron los tulipanes.
La rubia había abrazado muy fuerte a su papá al ver las flores y desde entonces, cada que veía un tulipán, pensaba en él.
"Hola, papá." Susurró en una voz demasiado frágil. El nudo en la garganta se le formó casi instantáneamente y cerró los ojos para evitar dejar salir lágrimas. Volteó hacia Juliana que se había quedado unos pasos atrás para darle espacio y estiró su mano para tomarla y jalarla hacia ella.
La morena se quedó en silencio, solo apretando la mano fría de su novia. No sabía qué decir, se sentía incómoda y extraña estando frente a la tumba de una persona que tanto dolor le había causado al amor de su vida y que tanto daño había hecho a su relación. Al mismo tiempo, era el padre de la mujer más maravillosa que existía, no podía odiarlo ni guardarle rencor a quien había hecho posible la existencia de Valentina.
Trató de mantener una expresión neutral en su rostro y de transmitir con su mano el amor que sentía por su novia porque sabía que para ella estar aquí también era difícil.
"Feliz cumpleaños." Continuó la rubia. "Perdón por no haber venido antes, no me sentía preparada para estar aquí. Todavía me dolía." Mordió su labio recordando todo la tristeza que había sentido al casarse con Lucho, al haberse ido, al haber renunciado al amor de su vida por su papá. "Creo que me dolía mucho más porque nunca lo esperé. Nunca imaginé que me pedirías algo así. Siempre te admiré tanto y te amé tanto." Suspiró. "Y tú me conocías tan bien, sabías perfecto cómo hablarme y qué decirme para que yo hiciera lo que me pedías." Las lágrimas que minutos antes había intentado detener, ahora corrían por sus mejillas. Su rostro estaba rojo y su voz entrecortada.
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Te cielo
RomanceAU JULIANTINA ¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida.