VEINTIUNO

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"Prueba esto, está deli." Dijo Valentina acercándole a Juliana un vaso con un líquido color naranja.

"¿Qué es?"

"Una margarita, te va a encantar." Respondió acercándole el vaso para que tomara un trago.

Después de comer en el cuarto habían salido a la playa y estaban recostadas sobre los camastros deleitándose con la vista y con la compañía que tenían.

El último año de sus vidas había sido una montaña rusa de emociones, la tienda de Juliana había despegado increíblemente rápido, cada vez su nombre se volvía más conocido, lo cual significaba que el estrés aumentaba y las horas que pasaban juntas disminuían considerablemente. Sin embargo, habían hecho hasta lo imposible por encontrar un equilibrio y ahora sentían que lo habían logrado. Valentina pasaba la mayoría de las noches en su departamento para así, por lo menos, poder cenar juntas, platicar sobre sus días y dormir abrazadas.

Por su parte, la rubia seguía trabajando en la empresa Carvajal, disfrutaba escribir en el periódico y había encontrado también una pasión por la fotografía de moda para las revistas. De vez en cuando aceptaba modelar en alguna pasarela que tuviera Juliana fuera de la ciudad y así aprovechaba para ir con ella. Había descubierto un nuevo amor en la escritura, así como podía perderse horas leyendo algún libro, ahora lo hacía también escribiendo y tenía muchísimas ganas de publicar sus escritos algún día, estaba trabajando en eso para poder hacerlo. Sus terapias eran esporádicas pero no dejaba de ir aunque fuera una vez al mes, le servía mucho porque tenía a una persona ajena y que sabía que le daría opiniones objetivas sobre las situaciones que le afectaban.

Para Juliana, todo el tiempo que habían pasado separadas y todas las cosas que habían ocurrido entre ellas parecían un recuerdo muy lejano. Al principio había tenido dudas y miedo de no estar tomando una buena decisión. Sabía que el amor que sentía por Valentina era lo más fuerte que había experimentado en su vida pero no podía evitar preguntarse si regresar con ella sería lo mejor, la idea de que todo el amor que sentía por ella no sería suficiente para que se quedara le daba pánico.

Estaba segura que no podría soportar un segundo abandono.

Juliana nunca había sido una persona particularmente atrevida, jamás se había caracterizado por tomar riesgos. Había crecido en un hogar muy inconstante y valoraba mucho la estabilidad, fue un shock para ella misma darse cuenta de lo dispuesta que estuvo a enfrentar sus miedos y estar al lado de la persona que, si bien la había hecho sufrir como nadie, también le había dado la felicidad máxima.

Juliana bebió y sonrió por el sabor, el mango era una de sus frutas favoritas. "Está riquísimo." Dijo pasando su lengua por sus labios.

"Tú estás riquísima." Respondió Valentina mirando su lengua y mordiendo su labio inferior.

Juliana notó el deseo en el azul brillante de los ojos de su novia y sus ganas por recorrer su cuerpo entero con sus besos la inundó. Con sus miradas no fue necesario decir nada más, Juliana la tomó de la mano y la levantó del camastro caminando con ella hacia la entrada del cuarto para luego llevarla hasta la cama.

Valentina sintió la parte trasera de sus rodillas chocar con el borde de la cama y dio un salto para quedar acostada jalando a Juliana con ella y tomando su cara para besarla con toda la intensidad de la que era capaz en esos momentos.

"Te amo, Juls. ¿Cómo haces para estar así de hermosa siempre?"

Juliana atrapó su caderas con sus dedos, buscó con su boca la lengua de su novia y se perdió en el calor de su piel.

Valentina la besó con intensidad, con pasión, con ganas. Dejándose llevar por sus salvajes instintos que le pedían más, más, más.

Apretó la cintura de la pelinegra y mordió sus labios pidiendo tomar el control. Rodó a Juliana para quedar sobre ella y abrió los ojos para mirarla por unos segundos.

Te cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora