El mundo puede dudar de muchas cosas. Todo es cuestionable, todo es refutable, excepto el amor de ambos.
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Kibum tenía la misma rutina. En esa mañana primaveral, y como en cada día de cada época del año, el muchacho se encontraba con el incipiente sol de la mañana acariciándole las mejillas blanquecinas, que se iban tornando poco a poco de un rojizo color por el efecto del calor que les llegaba a través de la ventana del autobús. La música ochentera que sonaba en sus auriculares lo hacían suspirar, a veces no le encontraba sentido al tiempo, ni al ambiente, ni a nada. A veces creía que no sabía cómo se vivía la vida y que nadie le había enseñado a hacerlo.
Volvió su mirada al crucigrama del diario. Le faltaba una palabra por completar. Miró la definición una vez más, pero se rindió cuando no se le ocurrió nada. Dobló las hojas y las guardó en su mochila que yacía a sus pies. Se acomodó en el asiento y apoyó su codo en el ángulo de la ventana, en el que calzaba perfectamente, lo que le brindaba la comodidad para poder cerrar los ojos y convertir el mundo rodeado por edificios en una oscuridad propicia para dormir una siesta. No podría pasarse de su estación ni aunque lo intentara, acostumbrado estaba ya a bajar en el mismo lugar, a la misma hora.
La ciudad era tan pequeña que Kibum sabía exactamente cuánta gente subía y quién era la persona que aguardaba en cada estación, veía los mismos rostros de siempre. A veces jugaba a adivinar en qué orden aparecerían por la puerta, y para su tristeza, siempre acertaba.
Esa mañana, con sus ojos cerrados, contó las personas que subían allí. "Una, dos, tres". El autobús arrancó, pero frenó de repente. El imprevisto hizo que Kibum abriera los ojos. Un muchacho de cabello rosa como goma de mascar se subía en el vehículo y le pedía disculpas al conductor con cortas y fugaces reverencias. El hombre le dijo que no se disculpara, que a los nuevos les costaba trabajo acostumbrarse al horario riguroso de los autobuses. El muchacho rascó su cabeza y le sonrió. Pagó su boleto y se sentó en un asiento vacío de adelante.
Kibum, como creyó que estaría haciendo el resto, miraba al muchacho extraño con la curiosidad insertada en sus ojos. ¿De dónde venía? ¿Por qué aparecía a esa altura del año? Tuvo que voltear su vista cuando el joven volteó hacia atrás, suponiendo que había sentido que todo el pueblo le clavaba la mirada en la nuca.
El pueblo se vio envuelto en historias sobre el muchacho de cabello de goma de mascar. Algunos afirmaban que era un muchacho problemático: "ese cabello rosa no indica nada bueno". Otros aseguraban que era un viajero y que solo estaría por unas semanas. Lo cierto era que, con el pasar del tiempo, se enteraron de que era el sobrino de la señora Kim que vivía unas diez estaciones más adelante que la de Kibum. El chico había llegado a la ciudad para cuidar a la pobre anciana que había quedado sola cuando su hijo se mudó.
Todos los días, a la misma hora, el muchacho del cabello rosa se subía al autobús, pero, contrario al resto de los pasajeros, nunca se sentaba en el mismo lugar. A veces se ubicaba en la parte delantera del vehículo, en los asientos vacíos. Otras, simplemente se iba hasta el fondo. Pero la mayoría de las veces se sentaba al lado de algún viajero y terminaba por sacarle un tema de conversación.
El chico de cabello de goma de mascar finalmente tuvo un nombre: Jonghyun. La abuela de Kibum se lo había encontrado un día en la tienda y había hablado con él, averiguando el dato tan ansiado por el de los cabellos negros. Ella aseguraba que nunca había visto un joven tan apuesto y amable como aquel. Y Kibum le creyó. Lo hizo porque también lo veía: un chico que traía un aire fresco de otros lados, un tanto misterioso como una palabra faltante en un crucigrama y tan cariñoso como la brisa de las madrugadas de primavera.
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Cuentos cálidos para corazones fríos [Jongkey]
FanfictionLa idea de este espacio es publicar todos aquellos escritos que se me ocurren sobre Jonghyun y Kibum. Quizás algunas veces no aparezcan sus nombres pero son ellos sus protagonistas. No sé cuántos escritos habrá, eso dependerá de mi imaginación.