Cuento 24: Pedido de media noche

95 10 7
                                    

Silencio.

Las calles desoladas de la ciudad solo dan paso al sonido casi inaudible del viento moviendo las perezosas hojas otoñales. El suelo está cubierto de un manto dorado. El crujido de unos pies ligeros se comienza a sentir a medida que un muchacho avanza por la vereda.

¿Por qué Jonghyun tenía que salir tan tarde del trabajo? Se le hacía difícil tener que llevar el regalo que le había comprado. Un martes, ¿por qué su aniversario de amistad había caído ese día entre todos? Ahora se había arrepentido de la promesa de verlo sí o sí el día de su aniversario. Sus días atareados no combinaban: cuando uno estaba libre, el otro estaba ocupado. Así se invertían en el correr del día los papeles, hasta que llegaba la noche: ese era el único momento en que ambos estaban libres. Pero siempre se prometían verse, aunque fuera una vez a la semana. 

También habían prometido seguir con aquel tonto ritual de su adolescencia sobre conmemorar el día que se conocieron por accidente cuando Kibum se confundió de clase y entró en la de Jonghyun. Desde ese día, Kibum comenzó a hablar con Jonghyun en los recreos, ¿con quién más? Era el único que le caía bien de por allí, aunque, para ser sincero, Kibum sabía que tampoco le interesaba nadie más.

El tiempo pasó y ambos crecieron, quizás hasta demasiado. Ahora eran dos adultos que jugaban a recordar sus tiempos de adolescentes. Y Kibum se estaba arrepintiendo de salir de la casa sin haber comido más que una rodaja de pan. Sonó su estómago y creyó fervientemente que había asustado al gato naranja que pasó corriendo a su lado.

El bar estaba casi llegando a la esquina. Kibum se abrazó un poco porque ya no toleraba el frío. Pudo vislumbrar cómo el cabello negro de su amigo se asomaba por la puerta y se sonrió. Bajo los faroles de la desierta calle, parecía que el pelo le brillaba mucho más que de costumbre. Jonghyun alzó sus brazos a modo de saludo exagerado y Kibum se sonrojó por lo tonto que parecía. Aunque le gustaba.

Sus pies se pusieron delante de los otros. Jonghyun posicionó sus manos en sus bolsillos y se saludaron con un beso efímero en las mejillas. Caminaron entre risas, cuentos de sus días, y algunas miradas tiernas.

—¿A dónde iremos hoy?

—Creo que será mejor caminar por ahí. Hace frío, pero bueno, veremos a dónde nos lleva la noche.

Kibum se encontró riendo de las tonterías que salían de la boca de su amigo como si fueran los mejores chistes. A Jonghyun le encantaba aquel brillo en los ojos de Kibum cuando se moría de risa. Había algo más que ninguno podía distinguir.

Se sentaron en una plaza, se sentaron juntos. Jonghyun se acurrucó junto a Kibum. Kibum pasó su brazo por encima del hombro de Jonghyun y lo pegó a él.

—Podría dormirme en tus brazos —dijo Jonghyun casi en un susurro.

—Pues hazlo —respondió Kibum restándole importancia. —No sé cómo te volverás a tu casa.

—Me puedes llevar en brazos.

—Ni lo sueñes.

La mano de Jonghyun se posó sobre la pierna de Kibum y la acarició. Kibum acarició el pelo de Jonghyun. Las hojas se movían alrededor, despacio, admirando la escena.

El estómago de Kibum asustó a Jonghyun.

—Lo siento.

—¡No comiste antes de venir! —Jonghyun se paró de inmediato para regañar a Kibum.

—No me retes como niño.

—Lo haré si te comportas como uno. Anda vamos a casa.

—Pero...

—Es a la vuelta, no empieces a decir que es lejos.

Kibum abrió y cerró la boca unas cuantas veces, provocando la risa de Jonghyun. Se pararon, y, una caminata corta después, estaban ante el edificio donde vivía Jonghyun. Quinto piso, a la izquierda, la segunda puerta.

Comieron pizza, jugaron juegos de mesa. Se hacía tarde cuando Kibum miró su reloj.

—Se hace tarde, me tengo que ir...

—¿Y por qué no te quedas?

—Pero...

—Duerme conmigo esta noche.

—Mañana tengo que madrugar...

—Solo será un día. Por favor, quédate conmigo esta noche.

Algo en la mirada de Jonghyun, algo en la mirada de Kibum. La mano de Kibum se posa en las mejillas frías de Jonghyun. Acaricia lentamente. Desde abajo hacia arriba, repite el movimiento. No se acercan tanto, solo lo suficiente. Quizás era algo que no hacían hace días, pero ahora Kibum tiene ganas de hacerlo. Se acerca a los labios de Jonghyun. Se unen en un beso. Lento, como uno que saben que van a darse. Seguro, porque ambos lo quieren. Tierno, porque sus corazones se calientan a pesar del frío.

—¿Por qué tardaste tanto en besarme hoy?

—Ya madura, Jonghyun.

—¿Te quedas?

—Claro.

Más que la amistad, siempre hubo algo más. Desde aquel día que se besaron en la secundaria no habían dejado de hacerlo. De vez en cuando. No sabían qué eran, solo que se querían mucho. Le decían amistad, porque no se animaban aún a que fuera algo más.

—¿Me darás mi regalo? —preguntó Jonghyun.

—Gastase tu deseo al pedir que me quedara.

—¿Qué eres? ¿Un genio ahora?

—Algo así.

La guiñada pícara de Kibum hizo que Jonghyun se abalanzara a propiciarle una dosis de cosquillas que hizo que el otro derramara un par de lágrimas de risas. Unos besos fueron suficientes para calmar la situación.

Se entregaron sus regalos: para Jonghyun un libro, para Kibum un anillo. Se fueron a dormir bajo las sábanas de Jonghyun. La luz de la ventana desaparece y ambos se acurrucan uno al lado del otro. Se abrazan, y sin querer, se duermen escuchando la respiración del otro.

Afuera aún hace frío. Aún es martes. Aún hay que trabajar a la mañana siguiente. Aún la vida sigue. Pero en ese preciso momento, Kibum y Jonghyun han detenido el tiempo cuando se funden en un abrazo.

Cuentos cálidos para corazones fríos [Jongkey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora