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Capítulo Seis

Britney Calva.

—No seas ridículo —me lanzó hacia la cama junto a Jacobo, quién está mirándome con una ceja levantada y reprimiendo una sonrisa— ¿Que?

—Hagamos una apuesta.

Jac se acomoda el cabello hacia atrás y acomoda la linterna para que ambos nos veamos bien entre la oscuridad. La lluvia afuera está aún más fuerte y se escuchan varios truenos.

—Si en las próximas cuarenta y ocho horas tu estimado Atlas no viene a traerte el abrigo, —alza la barbilla— me raparé.

Yo explotó en risas, —Hey, es algo serio, homunculo— agrega. Pegandome con una almohada en la cara, yo sigo riéndome y me siento frente a él.

—Acepto, —le ofrezco mi mano extendida, para que la estreche y sea oficial la apuesta— Bien rapado, que no te quede ni un pelo de tonto.

—Tus chistes son lo más malo que pude haber oído —murmura con una sonrisa maliciosa, de lado y enseñando sus blancos dientes— Pero si el viene hasta aquí solo para traerte el suéter antes de esas cuarenta y ocho horas, tú tendrás que robarle un beso.

Las alarmas se encienden en mi estómago.

—¡No!

—¡Oh si!

—¿Estas mal, y si me rechaza? —me señalo y Jac me mira como si estuviese loca— digo, es lindo. Pero de ahí a besarlo...

—Callate, —me dice con un tono agrio— que yo me tengo que rapar, van a pensar que tengo una crisis existencial a lo Britney, estaré meses sin mi cabellera Pantene perfecta, —ondea su cabello en el aire, pa luego mirarme con todo su cabello cobrizo en su cara— Un beso robado no es nada, Emily.

Tiene razón, pero no quiero, me niego, —Te digo que no.

—¡Que cobarde! —Jac toma un mechón de mi cabello entre sus dedos y empieza a juguetear mientras me mira— Entonces, sería lindo verte rapada.

Ah no. Eso jamás. Le quitó de un manotazo mi cabello y lo amarro en una cola, trago grueso ante lo que voy a decir porque conozco a mi mejor amigo y se que él cumplirá.

—Es un reto, —digo— Voy a besarlo si viene dentro del rango de esas cuarenta y ocho horas.

Jac sonríe triunfante, —Esto va a ser divertido, homunculo.

•∆•

El calor abrumador me despertó en la mañana, la ventana estaba abierta y tuve que entrecerrar los ojos por la claridad en la habitación. Jacobo abrazaba mis pies tal cual peluche, sentía su respiración leve en mis piernas y me daba pena despertarlo pero el calor me estaba matando.

Tuvo que quedarse anoche porque después de esas lluvias las calles estaban llenas de agua, y no es primera vez.

Me liberé del agarre de Jac y este ni se movió, tenía todo el cabello en la cara y su piel pálida resplandecía en contraste con el sol proveniente de la ventana. Pensándolo bien, es increíble lo pálido que es, y en contraste con esos jeans negros que lleva puestos es aún más impresionante.

—Hey, Edward Cullen, —lo llamo, pero es inútil.

Me levanto y miro por la ventana. El tiempo no es nada comparado con el de ayer, está haciendo sol y las hojas de los árboles a pesar de estar rojas y naranjas por el otoño se ven más bonitas, mi estómago empieza a gruñir.

Atlas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora