Capítulo Catorce
Prometo no tocarte
—¿Y a mí en que me afecta...?
—¡No te afecta a ti, pero a mí sí! Mejor madura si no quieres que...
—¡¿QUÉ?! ¡¿SI NO QUÉ?! ¡TEN LOS JODIDOS HUEVOS DE ECHARME DE UNA VEZ!
Los hermanos estaban teniendo una acalorada pelea en el cuartito, se habían metido hace unos diez minutos y no habían cesado los gritos. Debo admitirlo, era algo incómodo, pero interesante, no estaba pegada a la puerta no te creas, pero podía escucharse todo si agudizabas el oído. Seguía sentada en el mismo taburete y ya me había servido más brandy unas dos veces. Mis dedos tamborileaban en el mesón impacientes.
La discusión iba sobre las actitudes infantiles de Bruno hacia todo, lo odioso que podía llegar a ser Atlas y lo mucho que estaba jodido todo. Cosa que me pareció curiosa, siempre se nombraba bastante disfrazado ese error de Bruno, como si fuese el mayor secreto del mundo y más nadie debía saberlo y por eso hablaban en claves.
O, a lo mejor solo soy yo haciéndome ideas, estaba muy aburrida la verdad.
—...con tu estúpido negocio de mierda —la puerta se abrió revelando al espeso cabello negro y echo un revoltijo de Bruno, salió directo hacia donde estaban las botas trenzadas para ponerselas con furia, frustración e impaciencia. Atlas salió detrás de él y se aferró fuerte al marco de la puerta, con un puño apretado como para no perder la calma. Todo mientras estaba yo ahí como estúpida bebiendo brandy con los ojos bien abiertos— ¡Es mejor que resuelvas está jodida... ¡Ah, malditos zapatos! Esta situación de mierda, no quiero que...
Sus ojos me enfocaron, como si hubiera recordado que yo estaba ahí, como imbécil. Era extraño verlo sin impresionarse, ese ojo azul resaltaba demasiado en contraste con todo el estilo dark que llevaba encima, parecía hasta falso si no te percatabas de la pupila que se contraía y se ajustaba a la luz.
Para mi sorpresa me ignoró, mientras terminaba de ponerse sus botas y lanzarse encima del hombro la chaqueta de jean que Atlas había puesto allí al llegar.
—¿A dónde carajo crees que vas? —preguntó Atlas, ya con ese tono duro e inditimante— ¿Piensas que porque estás en otra ciudad ya no hay peligro?
—Cuidado con lo que dices, idiota —sus ojos se movieron hacia mí, o eso creí, duró muy poco— Tienes visita. Y si, no me esperes pueden gemir todo lo fuerte que quieran.
Su tono fue amargo y así de rápido como se vistió salió del departamento. Atlas no trató de detenerlo tampoco, pero entonces sacó su teléfono e hizo una llamada rápida mientras se acercaba a mi.
—Vigila a Bruno de cerca, que no te note y si se mete en problemas deja que le den una paliza, no intervengas si no es necesario. Si, también, ya sabes a lo que me refiero.
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Atlas ©
RomanceDesprendiendo arrogancia y testosterona por los poros Atlas no es el hombre ejemplar que Emily querría para su tranquila vida. Para ella es suficiente su té de las cinco. Para él sus problemas deberían consumirse con su cigarrillo. Y aunque en la vi...