Capítulo 3.

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Cada mañana seguía igual para Scarlett. Escuela, comer, volver a casa, jugar, hacer enfadar a sus tías, y a veces, hacer algunos berrinches.

Cada día era igual al anterior. Pero por las noches todo era diferente. Scarlett apagaba las luces de su habitación, acomodaba cojines en el suelo, y se sentaba mirando a una esquina. Solía llamar a Thomas unas tres veces, más o menos, y él se hacía presente.

Charlaban por largos ratos, siempre cuidando que Scarlett no viera a Thomas ni entraran sus tías a la habitación.

Llegó el día en que Thomas conocía de pies a cabeza a Scarlett. Su comida favorita, color favorito, gustos musicales, disgustos, y todo acerca de su vida.Ella ya no se sentía tan sola. Después de todo, su ángel guardián por fin había llegado.

Cada noche se repetía su rutina, que terminaba siempre con la misma pregunta: Thomas, ¿Podré verte algún día?

A lo que él respondía que tal vez, algún día llegaría el momento.

Pero Scarlett sentía cada vez más curiosidad, llegó incluso a imaginar a Thomas según su imaginación lo dibujaba en su cabeza durante sus pláticas. Pero, no podía confirmar nada.

Thomas no necesitaba imaginar, pues él ya podía ver a Scarlett. Pero temía que ella no soportara la curiosidad y terminara volteando un día.

Los días se convirtieron en semanas desde el primer encuentro que tuvieron en el parque. Charlaban acerca de sus padres. Thomas era huérfano al igual que Scarlett, así que se entendían a la perfección.

Entre risas y bromas, Scarlett no resistió más. Giró intentando ver a Thomas, pero él corrió a ocultarse inmediatamente.

Thomas estaba más que molesto, y pensó en no volver, pero las súplicas y disculpas de Scarlett lo convencieron. Sólo tenía una condición: no debía voltear otra vez, o ninguna súplica daría resultado y no volvería definitivamente.



Mi ángel guardián.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora