Capitulo 1

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Mi vida nunca ha sido como la de otra cualquira.

Mi nombre es Avril Jane Adams, más conocida como Avril asecas. Mi padre murió cuando mi madre aún estaba embarazada, y ella me ha criado desde pequeña.

Desde que yo tenía la edad de tres años, nos fuimos a vivir a Yakutat, un pueblo con nada más y nada menos que 258 habitantes. La verdad es que fue bastante duro alejarnos de nuestra querida Arizona para irnos a Alaska.

Mi vida nunca ha sido fácil, y mucho menos cuando me iba haciendo mayor. Con la edad de 10 años, mis ojos empezaron a cambiar de un azul oscuro, a un gris claro. Después, con 13 años, mi piel se volvió fría y gélida. Yo sabía que todo esto no era para nada normal, pero mi madre se lo tomaba como algo de lo más normal a mi edad.

"Cariño eso pasa por las hormonas, te estas haciendo mujer", "Tranqila, eso es cosa del desarrollo, es muy común a tu edad"...

Al principio, me lo tomé como un "cambio" como mi madre solía decir, pero conforme el tiempo avanzaba, las cosas iban a peor, hasta el día en que cumplí 16 años.

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-Avril, Avril...-

La dulce voz de mi madre resonó en mi oreja, lo que hizo que abriera los ojos.

-Feliz cumpleaños cariño-

Al saber el motivo de su repentino llamamiento, cogí la ropa de cama, y me cubrí hasta la cabeza.

-Vamos cielo es hora de levantarse, o llegaras tarde.-

"Mierda, el instituto"

Aunque se supone que el primer día es el más emocionante, y es con el que más ganas tienes de enpezar, ese no era mi caso. Había pasado un fantástico verano encerrada en mi habitación, solas yo y mi música, bueno... y puede que tambien Anabelle.

Anabelle es la típica adolescente guapa, rubia y perfectamente perfecta, loca por un cantante adolescente famoso, y con una total obsesión con la moda. Sí, la típica adolescente, sin lugar a dudas. Pero al contrario que todas esas esnobs y cursis niñas de papi, Anabelle era una bellísima persona, y tenía un corazón gigante. Por esa razón era la única persona en todo este maldito pueblo que me comprende.

Finalmente, me levanté de la cama de malagana. Me puse mis zapatillas de conejitos y bajé las escaleras hasta la cocina.

-Valla, aquí llega la cumpleañera.-

Dijo mi madre al mismo tiempo que sacaba una gran torre de tortitas con unas velas de 16 en el centro.

-Mamá, por dios otro año más no.-

-Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleños feliz...-

-¡Mamá!- dije mientras me reía de su acctuación.

-No pienso dejar pasar los 16 por alto-

Sacó un pequeño paquete de detrás de la mesa.

-Felicidades Avril.-

-Mamá, no tendrías que haberte gastado dinero.-

-Es tu día especial.-

Abrí el paquete, y de él salieron unos preciosos guantes de lana blanca con rayas de diferentes colores.

-Te quiero.-

Abracé a mi madre con todas mis fuerzas, sabía que con el trabajo de camarera, no podíamos permitirnos demasiado, así que este era un magnífico regalo.

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